Por Mary Carmen Urrieta
Frankenstein (2025)
Director: Guillermo del Toro
Actúan: Jacob Elordi, Oscar Isaac, Mia Goth.
Cuando el hombre juega a ser Dios
Es por todos conocida la historia de un científico que, por su obsesión de dar vida a través de la ciencia, cruza los límites de la ley, la medicina y hasta la cordura, creando a un ser que, al no ser lo que esperaba, desprecia y abandona.
Esa es la premisa de la novela escrita por Mary Shelley, “Frankenstein o El Moderno Prometeo”, de la que en este 2025 el director Guillermo del Toro presenta su versión y ofrece una mirada distinta, un acercamiento más a la criatura, interpretada por Jacob Elordi y menos al monstruo de Víctor Frankenstein, rol a cargo de Oscar Isaac.
Dividida en tres actos, la cinta de Del Toro tiene un preludio, la versión de Víctor Frankenstein y la de la criatura.

La cinta arranca con un atormentado Víctor Frankenstein que desde un lugar desolado y septentrional es rescatado por unos marineros varados en el hielo. Pronto, sus rescatadores se dan cuenta que un hombre de dimensiones descomunales se acerca a ellos, pues, al parecer busca al hombre que acaban de salvar.
Ese hombre se acerca a ellos y, tras un feroz enfrentamiento en el que muchos hombres mueren, reclama a su presa, es decir a Frankenstein. Es ahí cuando vemos la furia de esa criatura que, impulsada por el abandono, la injusticia o la falta de amor (aún no lo sabemos) busca por todos los medios desvivir a su creador.
En ese momento el científico no tiene más remedio que contar a sus rescatadores la razón de la pesquisa de la que es objeto. Y así arranca la primera parte de esta cinta.
Con detalle Víctor Frankenstein cuenta su historia familiar, en la que vemos, gracias a escenarios increíbles con el estilo característico de Guillermo de Toro, cómo, entre las exigencias y frialdad de un padre cruel y violento, Víctor se convierte en el estudioso obsesionado con dar vida a través de la ciencia, con un delirante interés más personal que científico.
Sin revelar muchos detalles, contaré que en ese momento de la historia aparece Heinrich Harlander (Christoph Waltz) un millonario que tiene el oscuro interés de ayudar a Víctor en su plan científico, también es tío de Elizabeth (Mia Goth), joven prometida de William (Felix Kammerer), hermano de Víctor a quien por razones del destino no ve desde hace mucho tiempo.
Tal parece que al conocer a Elizabeth, Víctor adquiere ese impulso que le faltaba para avanzar en sus planes aunque… también queda cautivado con la personalidad de su futura cuñada, algo no tan conveniente para la historia.
En esta parte de la película ya llevamos un buen rato inmersos en la historia y es importante destacar la música de Alexandre Desplat que ya nos encaminó a un lugar enigmático y oscuro que lo mismo nos atemoriza que nos sorprende.

Las atmósferas y cada uno de los espacios en los que se desarrolla Frankenstein dan ese efecto sombrío y cargado a los tonos verdes y rojos, muy de Del Toro al que ya identificamos de manera rápida, por momentos parecía que estábamos frente a La Cumbre Escarlata (Crimson Peak) 2015 en algunas escenas.
Así, en un momento que bien debe haber valido los 120 millones de presupuesto de esta cinta, pues es visualmente grandilocuente, ¡Redoble de tambores, por favor! Nace la criatura
Pero, algo (que no contaré) sale mal y nuestro Adán no es lo que Víctor esperaba.
Convencido de que no se va a deshacer de él, lo conserva y no lo hace en las mejores condiciones.
Es en esta parte de la cinta, donde aflora algo importante de la novela escrita por Mary Shelley, la criatura. Ese nuevo ser, producto de muchos otros que brilla en todo su esplendor.
Y no solo porque el despliegue técnico de la cinta nos lo presenta en una especie de armazón muy bien realizada, sino porque vemos a un ser desvalido, inocente, prácticamente nuevo que, en contraste con la tremenda criatura de casi 2 metros y un físico impresionante que es, nos deja en claro que para él todo es un descubrimiento constante, el agua, el sonido de su voz ¡Todo!
Desde el movimiento de sus manos, la conciencia de su cuerpo, sus dedos, su voz, su respiración, todo lo sorprende, lo emociona.
Y esa inocencia choca de forma brutal, metafóricamente hablando, con la gran barrera en la que se convierte su creador, quien claro, solo repite patrones tiranos aprendidos tiempo atrás.
Aquí conocemos a la criatura, su universo y la capacidad del actor Jacob Elordi de transmitir emociones a través de su rostro, a veces de su voz, otras ¡solo de un ojo! Esta es una de mis partes favoritas la película.
Y es que Elordi pasa gran parte de la historia bajo una “caparazón” de maquillaje y prostéticos y eso le basta para ganar nuestra empatía, bueno también el guion, el desarrollo de su personaje y la dirección.
Nos acercamos a la versión del Moderno Prometeo, que bien puede ser el ególatra y arrogante Víctor, que tras darle a la humanidad un ser creado por él, sufre porque esta obra de ingeniería científica no salió como esperaba y ahora usa su desprecio para “educar” a su creación.
Y esa criatura también puede ser considerado ese Prometeo, que fue concebido como algo grande y ahora sufre la soledad profunda al no tener el aprecio de su creador.

Pero, regresemos a la trama.
Muchas cosas suceden desde la creación de este Adán, variados sentimientos se agolpan en la criatura hacia su creador, mucho aprende este “monstruo nuevo” en su camino (de descubrimiento) y su estancia por el bosque. Y es grande la lección que nos enseña sobre lealtad, cariño, soledad, ira, oportunidad de causar dolor (o de vengarse) y la más importante: el perdón y la capacidad de volver a empezar.
Habrá espectadores que creerán que Del Toro no fue tan fiel en su adaptación de la novela, otros pensarán que la historia de Elizabeth daba para más y se pudo exprimir más la presencia de Mia Goth (yo también creo eso), algunos hasta considerarán que la última parte de la cinta es un poco confusa. Todo lo anterior es respetable, lo interesante es que el viaje al que nos lleva Guillermo del Toro nos muestra que el perdón es posible, los nuevos comienzos existen, así como la arrogancia de creer que se puede desafiar a la naturaleza y se puede jugar a ser Dios.
Mi recomendación:
Es que corras a ver Frankenstein al cine, recuerda que se estrenó en salas ajenas a las grandes exhibidoras nacionales, lo que permite verla, como fue mi caso, en un cine clásico (sin duda un buen ejercicio para la nostalgia) nada de butacas numeradas o pantallas con ultra alta definición.
Ahora que, si lo tuyo es el streaming, espera y el próximo 7 de noviembre podrás verla por Netflix. Sea como sea no te la pierdas y disfruta la música, la fotografía, el diseño de producción y cada detalle que el cineasta mexicano cuidó.

Clara
Excelente manera de reseñar la película. Dan muchas ganas de verla y además que sea Guillermo del Toro el que nos regale su mirada tan particular…
Me encanta cómo le das misterio a cada texto que escribes!!! Clara.