Verano y lactancia

Nuestro bebé cerca, piel con piel, con la sonrisa plena y con la confianza de que todo vale la pena y que sí podemos detener el tiempo por unos momentos.

Por Clara F. Zapata Tarrés / La Liga de La leche

Verano. Calorcito rico. Sol que acaricia y agua que refresca el cuerpo y el corazón. Las nubes que arrullan y protegen. Brisa marina que nos da la paz que esperamos cada año al salir de la rutina. Todo es un poema cuando nos espera la metáfora de la alegría a los pies de la espuma de las olas. El cuerpo y el espíritu se relajan con la ilusión de que el viaje sea eterno y permanezca en la memoria.

Aquí, los ojos claros, la piel transparente y el placer de sonreír nos atrapa. Ella lo amamanta, lo apapacha; él, se deja mimar y comienza a sudar gotas amorosas. Ella lo mira y descansa. Se abrazan con el alma hasta caer rendidos dentro de un vaivén de emociones. Duermen. Nadie los reconoce y acaban solitarios siendo uno mismo.

Así es la lactancia. Calma, placer y alegría. O por lo menos, así tendría que ser. Cuando tenemos todas estás emociones placenteras, nuestro cuerpo fluye con una corriente libre de prejuicios y de miradas ajenas. Las vacaciones nos dan la oportunidad de experimentar lo nuevo y arriesgarnos a sentirnos libres por un momento. Es por esto que allá, no nos importa nada y aunque no tengamos el cuerpo perfecto, existe una sensación de hacer lo que queramos.

Y ahí estamos, caminamos casi desnudos, de la mano de nuestros amores, con la convicción de que el sol nos hace más guapas, más sensuales, más cercanas a la Naturaleza y, sobre todo, a nuestra naturaleza. Y sí, nuestras sensaciones se acrecentan y sentimos cada grano de arena en nuestro cuerpo. Cada caricia es reconocida y relajada. Las horas no tienen tiempo. Vivimos realmente los momentos a otro ritmo. Las pausas las determinamos nosotros y el sendero interior avanza a destiempo. Estamos como en el país de las maravillas, donde quizás todo es loco. Vivimos en la metáfora y en el verso.

Y ahí estamos, contemplando a nuestro hijo que mama. Haciéndonos libres y construyendo redes de amor. Sin que nadie nos obligue a taparnos, nos de consejos o nos haga sentirnos invadidas en nuestra intimidad. Autónomas y empoderadas. Y criando lazos autónomos también. El tiempo a destiempo, la inmensidad del océano, la virginidad del espacio y el sonido constante del mar lo hacen posible.

Amamantamos a libre demanda, reconocemos la esencia de nuestros sentimientos, escuchamos el ritmo de cada tetada. Disfrutamos a solas. A Solas. Porque sabemos que no estamos solas. Porque tenemos a nuestro compañero, también, en el mismo andar. Y estamos los tres o los cuatro o los cinco, según el tamaño de nuestra familia. Construyendo libertades, dando gotas o ríos de leche humana que vienen y van tras cada marea, uniéndonos a los lapsos de la luna, dando pisadas y dejando en cada huella, caminos de la madre tierra, teniendo la certeza de cada paso.

Estos días necesitan quedarse para poder permanecer y permitirnos dejarnos sentir y vivirlos de regreso. Pechos al aire, con nuestro bebé cerca, piel con piel, con la sonrisa plena y con la confianza de que todo vale la pena y que sí podemos detener el tiempo por unos momentos, para sentir y vivir plenamente cada minuto, cada segundo, cada tetada y cada muestra de amor. Viajamos, viajemos y viajaremos. Con cada rayo de sol, con cada mirada eterna y nunca solas, siempre acompañadas de nosotras mismas, de nuestros hijos y de las personas que más amamos. La lactancia es así de fácil si nos damos la oportunidad de vivirla con todos estos matices de oleajes.

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Las experiencias de las madres en los grupos de apoyo de La Liga de la Leche, te ayudan a llevar estos procesos de manera más relajada y tranquila. No dudes en asistir a alguno y pedir apoyo cuando lo necesites

 

Clara F. Zapata Tarrés

Etnóloga y líder de La Liga de la Leche A.C.

 

LIGA DE LA LECHE SALTILLO

Facebook: @Liga de la Leche Saltillo

Grupo de madres: @LLLSaltillo

www.laligadelaleche.org.mx

Clara Zapata

Soy Clara, etnóloga chilena-mexicana. Tengo dos hermosas hijas, Rebeca y María José, con Joel, mi regiomontano amado. La libertad y la justicia son mi motor. Creo plenamente en que la maternidad a través de la lactancia puede crear un mundo más pacífico y equitativo y por eso acompaño a familias que han decidido amamantar. Amo la escritura, la cultura y la educación.

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