Maternidad, yoga y espiritualidad

La maternidad nos enfrenta cara a cara, lo queramos o no, con nuestra mente y sus marañas.

Por Kim Dewey

 

Me gusta la idea de ver y vivir el embarazo, nacimiento y maternidad como parte central de nuestro crecimiento y trabajo espiritual como mujeres. La maternidad como “práctica” transformadora y profunda no solo a nivel personal, sino también y especialmente a nivel familiar y colectivo.

Esta idea no es nueva, simplemente siento que la estoy recordando como muchas más mujeres lo han hecho y lo están haciendo. Abrazando la magia y el caos de la maternidad en consciencia desde el momento que sabemos que existe una nueva vida dentro de nosotras, a través del parto/nacimiento y día a día durante los años de crianza.

Me inspira y me gusta recordar que, milenios atrás, la feminidad y la figura materna eran honradas y veneradas y que la mujer tenía un lugar importante e incluso privilegiado en la práctica espiritual. Aunque algunos miles de años atrás, la celebración de mujer-diosa-dadora de vida, de la mujer sabia, practicante y guía espiritual, fue poco a poco opacada y devaluada, hoy nos toca despertar y retomar el poder de la maternidad. Abiertamente, en familia, en tribu y desde casa.

No es común ver las palabras mujer, madre y camino espiritual juntas. De hecho, diferentes tradiciones espirituales y religiosas han basado el “avance espiritual”, la liberación o iluminación en la renuncia, en el desapego del mundo material e incluso del cuerpo físico y en un trabajo personal e individual.

Desde esta visión, entonces ¿cómo una mujer que sangra todos los meses, que tiene una conexión natural y profunda con la tierra, que es capaz de transformar su cuerpo para dar vida y alimentar a su cría y después reinventarse a si misma para ser guía y compañía de pequeños seres, puede tener un camino espiritual? Suena bastante complicado, pero en realidad es mucho más claro de lo que parece.

Desde mi experiencia como practicante de yoga y mamá, la respuesta es a la vez simple y compleja: la maternidad ES EL CAMINO ESPIRITUAL. Como madres, tenemos esa gran posibilidad: la de conocer y entrar en contacto directo con el misterio de la vida, con lo más sutil y elevado, y al mismo tiempo con lo más humano/animal, terroso y crudo.

Creo que no hay “práctica” más reveladora, transformadora, y revolucionaria que crecer y criar personitas. Literalmente estamos acompañando y guiando el presente y futuro de la humanidad.

Pero eso sí, requiere sumergirse en un nuevo mundo, entregarse, confiar en nuestra intuición, enfrentar miedos desconocidos, ser muy honestas con nosotras mismas y disfrutar el camino. Respirando, profundo.

 

Suena bastante similar a lo que hacemos dentro del tapete de yoga a través de las posturas, la respiración y la atención, – con un importante detalle agregado – que la maternidad es una práctica elevada mil veces a la millonésima potencia. El mayor reto ya no es encontrar equilibrio en un parado de manos, si no mantener el equilibrio en la vida misma. Bailamos el constante vaivén de cuidar nuestro centro y proyectos personales a la vez que nos desprendernos completamente de nosotras mismas para estar con nuestros críos, buscamos el equilibrio entre fortalecer pequeñas raíces mientras tejemos un par de alitas fuertes y ligeras, entre vivir en un mundo que muchas veces no entendemos y acompañar con felicidad y esperanza a los chiquitos.

La maternidad nos enfrenta cara a cara, lo queramos o no, con nuestra mente y sus marañas, con soltar el control porque no hay nada más que hacer, con la impermanencia, con el tiempo y el no tiempo, con aprender a vivir día a día con paciencia y confianza. Pero más allá de eso, y aquí viene la mejor parte: la maternidad, a través de esos “serecitos”, nos lleva a disfrutar la magia de lo cotidiano, ¡todos los días!, a recordar lo que realmente importa, a detenernos, a redescubrir el asombro y la curiosidad, a celebrar todo, y a hacer de lo más sencillo toda una aventura ¿Qué puede ser más espiritual, poderoso y transformador que eso?

Así, desde hace casi cuatro años, mi yoga “avanzada”, mi práctica espiritual es criar en consciencia. Entre juegos, risas, siestas, lágrimas, berrinches, paciencia, falta de paciencia, cansancio, más cansancio, sorpresas, aprendizajes, errores y dudas.

Maternar y yoguar, es una buena combinación. Siempre regreso a mi tapete, a mi espacio, a respirar y moverme para descansar, para inspirarme, para recargar pilas, pero ahora mi práctica tiene poco que ver con la forma y posturas complejas, y mucho con fluir, con la intuición, con respirar, con nutrirme para nutrir.

Kim Dewey

Mamá, yoguini, diseñadora y viajera de corazón. Criando despacio. Lo que me inspira: mi familia, la naturaleza, la magia de lo cotidiano.

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