MUERTE, NO SEAS ORGULLOSA

Por Dona Wiseman

MUERTE NO SEAS ORGULLOSA – John Donne

Muerte no seas orgullosa, aunque algunos te hayan llamado
Poderosa y terrible, pues tú no eres así.
Ya que aquellos que crees por tu fuerza abatidos
No mueren, pobre muerte, ni a mí puedes matarme.

Esclava eres del destino, del azar, los reyes y desesperados,
Y con el veneno, la guerra y la enfermedad habitas,
Y la amapola o la magia pueden hacernos dormir también
Y con más facilidad que tu golpe:  ¿por qué te hinchas entonces?

Pasado un breve sueño, despertamos eternamente.
Y la muerte no será más, muerte, tú morirás.

John Donne fue poeta, predicador y teólogo inglés del siglo XVII.  Lo conocí en julio del año 2015 cuando Luis Falcón me contactó por Facebook, sin conocernos, porque “me soñaba en un papel”.  Muerte no seas orgullosa es el poema que me puso de pie (y en una cama) en el escenario.  En Wit este es el poema que ve a Vivian Bering agonizar y morir, para luego traspasar el velo entre dos mundos.  Y es el poema que me llevó a mí a una aventura de más de un año, durante la que el personaje de La Muerte me acompañó de manera constante y muy presente. 

Me imagino a John Donne anticipándose varios siglos al ejercicio gestáltico de la silla caliente, sentando a La Muerte frente a él para compartirle sus pensamientos en cuanto a la actitud que ella mostraba, desde la observación de él mismo, frente a los habitantes de la vida (que generalmente vemos como su opuesto).  Donne era mi tipo de filósofo.  Se proponía preguntas sin respuestas.  Retaba las creencias comunes y cuestionaba incluso las intenciones del hombre al proponer a un Dios enjuiciador.  Sugería que el Dios representado tal y como la religión lo presentaba, no tendría siquiera derecho a ese juicio.  Algo de mí resuena en esta opción de cuestionar, sabiendo que no habrá respuesta, sino más interrogantes.  He dicho que para mí discutir es un deporte que se acompaña con queso y vino.  Y me gusta pensar en Donne y su “discusión”, retando las imágenes preconcebidas de su tiempo de Dios y de La Muerte. 

Parece haber en algunos escritos de Donne una reacción ante lo que considera injusticias, ante la inconciencia y ante lo que contempla inevitable.  En Las campanas doblan por ti dice:

Ningún hombre es una isla entera por sí mismo.
Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo.
Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida,
como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia.
Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta,
porque me encuentro unido a toda la humanidad;
por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti.

La secuencia de eventos que me llevó al teatro (estilo Lemmony Snicket sin el calificativo de “desafortunados”) une el destino mío con él de John Donne (y con Margaret Edson, quien ganó el Premio Pulitzer por su guion teatral Wit).  Une la poesía con el teatro y con la más grande expresión de alegría y libertad que he experimentado. 

Pero hay algo más.  Me acerca íntimamente con La Muerte, y me confirma mi manera de relacionarme con ella.  En la obra, una maestra de Vivian Bering le reclama a su alumna por haber “sacrificado el significado profundo y simple” que fue la intención de Donne al usar una versión del poema Muerte no seas orgullosa que incluía lo que ella llama una “puntuación histérica”, convirtiéndola en algo que tendría que ser “actuado en un escenario con signos de exclamación”.  Dice la Profesora Evelyn Ashford que “solo un instante, una coma, separa la vida de la muerte…Vida, muerte, alma, Dios, pasado, presente, sin barreras insuperables…Tan solo una coma.”

Hace años escuché, por casualidad, una canción que me sigue provocando una enorme emoción cada vez que la oigo.  Es una canción de Bette Midler que se llama La rosa.  La canción habla de Vivian Bering y de mí.  Quizás habla de muchos de nosotros.  La canción tiene una estrofa que dice: 

Es el corazón que teme romperse que nunca aprende a bailar.
Es el sueño que teme despertar que nunca se arriesga.
Es aquél que teme tomar que no tiene opción de dar.
Y es el alma que teme morir que nunca aprende a vivir.

Después de regañar a Vivian, la Profesora Ashford le dice que se olvide de tareas y que salga a convivir con sus amigos.  Pero Vivian solo llega a entender lo que es importante en la vida cuando se encuentra tomada por la muerte.  A partir de la canción y John Donne y el teatro y la poesía yo me afirmo en unas de mis creencias básicas.  La vida se vive, y la muerte es un paso dentro de la misma vida. 

Esta presentación se llama Los poemas de nuestro clima.  El clima de Saltillo ha sido, en estos días, de todo menos predecible.  Ha sido extremoso, a destiempos, negado, hermoso.  Anoche entró la luna llena junto con el equinoccio de primavera.  Tenía intención de prender mi fogata, pero John Donne captó mi atención.  Y me doy cuenta de que la vida, mi vida, ha sido como el clima de Saltillo, todo menos predecible.  Un poeta metafísico del siglo XVII ha tocado mi vida. 

Dona Wiseman

Psicoterapeuta, poeta, traductora y actriz. Maestra de inglés por casualidad del destino. Poeta como resultado del proceso personal que libera al ser. Madre de 4, abuela de 5. La vida sigue.

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