SOY UNA MUJER ABANDONADA

Por Elena Hernández

Muchas veces me he abandonado, en todo sentido, abandoné mi cabello y ya no me peino, abandoné mis uñas y están todas mal pintadas, a veces incluso mordisqueadas; abandoné mis pies y lucen descuidados, están resecos, olvidados.  Abandoné mi dieta y mi rutina de ejercicios, he subido de peso y de talla, mis músculos dejaron de estar tonificados; abandoné mi ropa fina y ajustada y ya no tengo vestidos ni blusas nuevas, mis jeans o mis leggins comodísimos son ahora mis aliados y aquellos zapatos altos están en sus cajas arrumbados. A veces también he abandonado mi cara y ando ojerosa y sin maquillaje. La ducha ha dejado de ser aquel ritual para la exfoliación y depilación. No hay tiempo de casi nada.                                                    

He abandonado así algunos de mis sueños y la visión que tenía de mi misma hace 10 años. Abandoné la idea de tener ayuda en casa. Abandoné mis creencias arraigadas y los traumas de mi infancia. Abandoné también la ideología y los conceptos cuadrados que me mantuvieron en línea recta durante muchos años, y no digo que hayan sido malos, lo que digo es que me estoy transformando. Que cada cosa o actitud que he decidido cambiar, modificar o abandonar es para reinventarme, rediseñarme, reconstruirme como una “Yo Mera” mucho mejor. Mis prioridades han cambiado drásticamente y he de confesar que aun cuando siento angustia por este camino desconocido, o añoranza por aquellos tiempos más ligeros, más despreocupados, estoy consciente y segura que no he sido antes más feliz, ni cuando caminaba glamorosa por la calle con aquella arrogancia encima, trepada en mis tacones y con mi falda perfectamente entallada, con bombín rojo y cabellos largos que se movían ligeros con el viento, y la poesía y los versos ocupaban casi todo mi pensamiento; ni siquiera entonces fui tan feliz como lo soy ahora, así tan abandonada de mi misma, pero enfocada en el proyecto más ambicioso que jamás tuve, la crianza de mis hijos, no de uno ni de dos, sino cuatro, y un gato que acabamos de adoptar. 

No me justifico, no me escondo, no es pretexto, es mi realidad y me encanta. Si el abandono de mi misma, por ponerlo en términos dramáticos y crueles, me da la libertad para hornear un pastel con ayuda de mi hija, aunque termine la cocina batida, o me permite pegarme a mi bebé en la chichi la mitad de la mañana, o tomar video de los niños bailando una tarde en el jardín, o sentarme justo ahora con una naranjada atiborrada de hielos con un toque de “piquete” a terminar de redactar esta breve descripción del momento de mi vida en que debo decidir si lavarme bien las pompas o hacerme manicura, si tomar la clase de yoga y de pintura o cocinar las calabacitas rellenas de queso o la ensalada de nopal o las tiras de pescado empanizadas que tanto les gustan a mis niños; entonces, soy consciente de que mis decisiones son las acertadas, porque al final del día, aún con todo el cansancio acumulado, no puedo dejar de agradecer todas las oportunidades que tuve de gozar cada momento en que reí, en que me sorprendí, en que aprendí y disfruté de mis hijos. Si bien, cada mujer tiene sus prioridades, toma sus decisiones y hace con su vida lo mejor que puede, si al caer la noche tú no estás agradecida y feliz con tus decisiones, con el abandono o no abandono que elegiste, es tiempo de replantearte si ese trayecto es el correcto. Siempre será el mejor momento para transformarte, reconstruirte, rediseñarte y en este sinuoso camino, lo único que te puedo asegurar es que No Estás Sola.

Elena Hernandez

Nací un soleado día de abril, hace casi 36 años, la mayor de una familia que parece común pero no lo es tanto, llena de personajes interesantes como seguro cada familia tiene los suyos. Arquitecta de profesión, madre de corazón y soñadora por convicción. Hoy dejo la puerta entreabierta para que te asomes un poco a mi mundo, mis vivencias, mis alegrías, mis penas, y descubras conmigo este pedacito de mí antes de que se esfume con el viento.

DEJA UN COMENTARIO

LECTURAS RELACIONADAS