PARA TI, EN TU CUMPLEAÑOS PAPÁ

Por Miriam Valdez

Papá, cumpliste años. Papá, intenté que éste cumpleaños fuera distinto y tal vez dedicarte un poco – o un mucho – más de tiempo, y sin embargo, no pude como hubiera querido o como creo que mereces.

Te hice un desayuno especial en casa, puse mucho esmero en ofrecerte lo que te gusta: café, pan dulce, fruta, huevo con salsa y buenas tortillas de harina. Por un momento me transporté a los años en que era niña y jugaba al restaurante con ustedes, en cómo me esmeraba los fines de semana en diseñar un menú, tomarles la orden, cocinarles algo sencillo y llevárselos a la cama, claro, todo por una módica cantidad. Y así, mientras cocinaba para ti, yo ahora una mujer de cuarenta y dos años con un padre de ochenta y uno, reflexioné en todo lo que significas en mi vida, en cómo quisiera estar para ti diariamente en la medida en que quizás aguardas por mí en silencio, con ese respeto que siempre te ha caracterizado hacia mi vida, mis espacios y mis decisiones.

Hace poco tuvimos una plática un tanto profunda mientras viajábamos juntos, te dije que yo te percibía muy bien, siempre activo, en tu jardín, de “pata de perro”, y que te sentía pleno, sin embargo me comentaste “sí, pero la soledad es canija”. En ese momento mi corazón se hizo un nudo y me cayó como una cubetada de agua helada: no estoy para ustedes, mis padres, como merecen o como tal vez esperan. Siempre he pensado que como hija he cumplido, que jamás les di dolores de cabeza, que se han apoyado en mi en muchas decisiones y momentos, que han contado conmigo cuando me han necesitado, que les he dado satisfacciones tanto cuando era estudiante, como profesionista, mujer independiente y ahora como madre de familia…sin embargo, algo me hace sentir que ahora fallo un tanto al no procurarlos tanto, y trato de entender que es ley de vida, de no ser tan severa y exigente conmigo misma, de no juzgarme como ustedes no lo hacen.

Papá, quiero que sepas lo grande que eres y has sido para mí. Un papá amoroso, con el que me sentaba en las noches a escucharlo tocar guitarra, él y yo únicamente, porque siempre hemos compartido el gusto por la música. Ese papá que sembró en mí el placer por el jardín, por la naturaleza, ese gran cariño que le tengo a la sierra, a disfrutar las cosas simples, un buen asado de puerco y un rico arroz con mucho comino y tomate. Ese papá que me enseñó el camino de la rectitud y el valor de la honradez, de la sencillez, que me enseñó a no quedarme callada ante ninguna injusticia, el que era exigente, con un sentido del humor muy particular. Ese papá con el que he compartido el gusto por la comida y la cocina desde pequeña, con el que disfruto tomar un buen vino, el que me enseñó a ver el box, a jugar billar y dominó y, entre otras cosas no tan vagas, a tener buena ortografía. Ese papá que admiro y aplaudo por haber salido adelante de la manera en que lo hizo, con determinación y humildad, por haber logrado grandes cosas y por hacernos ver que todo es posible. Ese papá que si bien tuvo adversidades, supo reponerse y dejarnos como lección que sí se puede, que siempre se puede. Ese papá que aunque estuviera ausente por trabajo muchas veces, tenía la precaución de dejarnos un detalle al pie de la cama por las noches, que nos dedicaba el fin de semana entero, que procuraba llevarnos a conocer algún pueblo para impregnarnos de su cultura y enseñarnos a comer de todo, a ser adaptables a cualquier entorno y circunstancia. Ese papá que cuando se enojaba, sólo dejaba de hablarme y partía mi corazón en veinte, que nunca me levantó la voz, mucho menos la mano. Ese papá que trataba de hacerme entrar en razón “platicando quedito”, ese papá sensible que por muchas situaciones y anécdotas, se le llenan los ojos de lágrimas.

Papá, yo no tengo más que gratitud profunda en mi corazón por el tipo de hombre que fuiste para mí en mi niñez, en mi juventud y el abuelo que eres hoy. Pendiente de mis hijos siempre, de consentirlos con dulces, flanes, danoninos y lechitas azucaradas aunque yo repele tanto, pendiente de asistir a todos sus eventos y torneos, de darles una nota en su cumpleaños, con algún detalle que te esmeraste en conseguirles.

Papá, cumpliste años, y tuve la dicha de festejarlo contigo, juntos, una vez más, un año más. Papá, celebro tu vida y te honro en vida, porque seguramente seguiremos compartiendo juntos hasta que llegues a los cien como siempre has “amenazado”.

Papá, te ama profundamente, tu coyotita.

diciembre 16, 2019

Miriam Valdez

Soy mujer, madre de tres, esposa de uno. Licenciada en diseño gráfico, máster en administración, comunicóloga de clóset. Amante de la lectura, de la cocina y de la naturaleza. Escribo desde muy pequeña como una forma de reflexión y expresión sin grandes pretensiones. He llevado mi vida por muy diversos caminos y fases. Inicié una vida profesional en el sector privado alcanzando puestos importantes y decidí dejarlo para vivir mi maternidad más de cerca. A partir de ese momento he emprendido negocios, me involucro en proyectos que me representen reto, ingreso y diversión. Mi búsqueda constante: el balance. Mi mayor satisfacción: ser madre.

2 Comments

  1. Responder

    Diana A González Valdés

    diciembre 17, 2019

    Bellas palabras Miri, describirte fielmente a los hermanos Valdez, siempre respetuosos, cuando los oí hablar fuerte o gritar, nunca! con la mirada te hablan, yo he sido afortunada crecí en un hermoso ambiente que no lo cambio por nada. Gracias por tus mensajes.

  2. Responder

    Luis Sámano

    enero 29, 2020

    Miri, que bello describes lo que has vivido al lado de tu querido padre un gusto saber que está bien y que lo puedas seguir disfrutando, lo recuerdo cuando te iba a recoger en su Ford Focus Gris a la planta, te mando un abrazó.
    Saludos.

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