DIARIO DE UNA PANDEMIA V

ADAPTACIÓN EN EL INICIO DE LA CURVA

Por Miriam Valdez

Jueves 23 de Abril, 2020.

Ahora sí se cumplió la “cuarentena” de aislamiento y, al día de hoy, después de haber iniciado este diario con 82 casos en el país, 0 en mi ciudad y en mi estado, hay 9,501 en el país, en mi estado 312, y en mi ciudad, Saltillo, 37 casos.

Esta semana inició el “regreso a clases” después de las vacaciones de semana santa. Una semana santa en la cual, por primera vez desde que tengo sobrinos hace 25 años, no tuvimos el festejo de pascua. Algunos años lo pospusimos por algunos días – o semanas- debido a que algún integrante estaba de vacaciones y esperábamos a estar toda la familia reunida…éste año espero no sea la excepción. En mi casa se quedaron los cascarones decorados y, para mis hijos, la coneja aun no llega. Quizás llegará por ahí de octubre, con suerte si el Covid realmente se va de nuestras vidas, pero llegará cuando podamos reunirnos todos: hermanas, tíos, primos y, sobre todo, los abuelos, ésos que se han asegurado de sembrar ésta hermosa tradición, ésos a los que hoy veo a través de una reja para llevarles algo de comida o simplemente para saludarlos, esos por los que estoy encerrada hace 46 días. Esos abuelos que me formaron para hacerle frente a ésta situación hoy, esos a los que les debo todo y tanto.

Hoy es miércoles, no hay horarios estrictos en esta casa. Hemos intentado sobrellevar éste tema de la escuela. Pero con los hijos es como si estás atornillando un clavo: en el momento en el que te percatas que truena, rechina, o se barre, debes parar. Hacen los deberes, una vez entusiasmados, otros a regañadientes, otros alegres, otros felices por la aplicación “zoom”, otros fastidiados de la misma…en fin, no hay un día igual que otro, no existe un momento igual que otro. Incluso me pasa eso a mí: un día estoy desinfectando toda la casa y otro día no me da la gana ni de barrer ni de trapear. Eso sí, hemos implementado un sistema de llegada a casa aplicable a mi marido -que es el que sigue saliendo a trabajar o a hacer el súper-: quitarse los zapatos y limpiarlos con cloro al 90-10%, quitarse la ropa antes de entrar, dejarla en una reja desinfectada en pleno sol (porque el sol mata el virus), lavarse las manos por al menos 20 segundos en la lavandería para no atravesar la casa con jabón zote (porque es mexicano y súper bueno y efectivo), dejar celular, llaves y cartera en un recipiente que será perfectamente desinfectado con el desinfectante de sales cuaternarias que mata el 99% de todo y no despinta,  entrar directo a la regadera y, ahora sí, llevar una vida “normal” dentro de casa (no sin antes desinfectar cada artículo, si es que fue de compras). No sé si sea el mejor método, es lo que creímos que debemos hacer tras tanta información que llegó a nuestras manos, pero al menos así estamos tranquilos con “nuestro sistema”, y eso, es lo que finalmente tiene importancia: hacer las cosas con convicción real de que es lo mejor para ti en ese momento… Jugarretas de la mente.

Mi hijo mayor, ése que se me angustia, se enteró ayer que estamos en fase 3 en el país, y pues, evidentemente, se angustió. Le dieron las 11 de la noche sin poder dormir y platicamos largo y tendido de los “what if”. El quiere saber todos los escenarios posibles. El quiere saber qué pasaría sí. Y mi papel es devolverlo al hoy y al ahora. En eso me enfoco: hoy estamos bien, hoy estás aquí, hoy tienes esto y lo otro, etc. Y si él insiste en ir más allá, yo recalco insistentemente (tratando de ser cuidadosa con mis palabras) que el ser humano se adapta a absolutamente todo y que lo único seguro que tenemos, es la muerte. Sí, así tal cual, así de crudo se lo digo. Porque así es. Y porque esos niños tecnológicos que tengo aquí, esos que se sienten “youtubers”, esos que no perciben el mundo sin electricidad, sin refrigerador, sin comida, sin vacaciones, sin placeres mundanos, sin abundancia, tienen que entender que así de vulnerables somos y que aún a sus once años, pueden hacer frente a situaciones. Le cuestiono: “¿sabes cocinar, lavar la ropa, darle de comer al perro, cuidar de tu hermana, regar el jardín, reciclar lo orgánico, bañarte, hacerte un té, etc.?” Lo cuestiono, fuertemente, e insisto: ¡Tú estás preparado para vivir todo, hasta sin Wi-Fi!

Ahora sí estamos en pleno examen, todos, toda la humanidad: mi sistema familiar, mi propio sistema de valores y creencias, mi trabajo como madre, mi existir. Ahora comprendo que la vida me estuvo preparando para éste momento, así lo interpreto, así lo siento con certeza desde que decidí hacer cambios en mi actuar, en nuestra forma de educar, de convivir y de vivir. Espero salir aprobados, aunque al día de hoy, igual que mis hijos, seguimos sin comprender qué significa una “calificación”.

Miriam Valdez

Soy mujer, madre de tres, esposa de uno. Licenciada en diseño gráfico, máster en administración, comunicóloga de clóset. Amante de la lectura, de la cocina y de la naturaleza. Escribo desde muy pequeña como una forma de reflexión y expresión sin grandes pretensiones. He llevado mi vida por muy diversos caminos y fases. Inicié una vida profesional en el sector privado alcanzando puestos importantes y decidí dejarlo para vivir mi maternidad más de cerca. A partir de ese momento he emprendido negocios, me involucro en proyectos que me representen reto, ingreso y diversión. Mi búsqueda constante: el balance. Mi mayor satisfacción: ser madre.

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