A MI ROSY

Por Susana López Siller

Tuve una Rosa, se apellidaba Cárdenas. No la tuve, tuve, más bien, me acompañaba. Desde que mis piernas pequeñitas no sabían caminar, hasta que caminé sola por el mundo y conocí gente y países nuevos y la recordaba seguido.

Recapitulando: me acompañó una Rosa, se apellidaba Cárdenas, y tuve el honor de llamarla Nana. Aunque no le llamaba así a diario, me enseñó a decirle Rosy, nunca Rosa….por que no espinaba, decía. Hubiera querido que su mamá le pusiera sólo Rosy, como nuestra vecina, la hija del Lic. Zedillo en la calle de Murguía. Nunca le llamé nana, sólo cuando alguien me preguntaba quién era “es mi nana”, respondía. Y medio me pavoneaba, porque sentía que me había ganado un premio, tenía una mamá que me amaba y aparte una nana, que también me amaba. Y que era la mejor cocinera que he conocido (se disputa actualmente el trono con mi güero). Me hacía piojito para poderme dormir y me peinaba siempre, siempre, como princesa (a su parecer), aunque siempre, siempre me despeinaba al poco tiempo porque me dolía la cabeza de tanto que me restiraba. Y bailaba en la sala las de Intocable y Límite, y lloró cuando se murió Selena, porque mi mamá y ella ya tenían boletos para irla a ver. Y vivió, durmió, creció y aprendió con nosotros 15 años. Tomó clases de computación y nos enseñaba cuando mamá compró la primera computadora de la casa.

Después de esos 15 años decidió hacer hogar en otra casa, ya no era la nuestra, sino de ella y sus niños y su marido, donde supe fue feliz. Pero aunque se fue seguí llamándola nana, y viéndola convertirse en la madre amorosa que ya había sido de nosotros, ahora de los suyos. Su voz hacía sonar mi teléfono religiosamente cada 3 de enero, me llenaba de alegría el “feliz cumpleaños, muñe”, que escuché hasta mis 23.

Me es difícil explicar el amor incondicional que le tengo, porqué vivió conmigo mis primeros pasos, mis primeras huidas de casa, cuando a los 4 años logré emanciparme de mis opresores padres, caminando media cuadra y con mi hermano fue a alcanzarme “Muñe, regrésate a la casa, te quedas a dormir conmigo”. Tenía tanto amor, que al final de cuentas cupimos cinco en su corazón, sus dos hijos, y nosotros 3, los postizos. Casi ningún poema o libro hablan del amor a quién está fuera de lo idealizado: los padres, los hijos, la pareja. Y yo quisiera hacer esto sobre ella, sobre como una desconocida llegó chiquilla a la casa de mi abuela porque necesitaba trabajar, y como esta casualidad le regaló a mi vida uno de los amores que más atesoro y la nostalgia eterna de extrañarla.  

La quiero infinitamente, y hoy, se cumplen cinco años en que mi teléfono no suena el 3 de enero. Porque pasó a mejor vida, en algún otro lado, no sé muy bien dónde. Seguido me cuesta aceptar que se ha ido, y que no coincidimos ni el lugar ni en la hora de partida, que no alcancé a decirle que la admiro y que gran parte de lo que soy, se lo debo a ella. Así que esta es mi manera, la que mejor tengo, de decirle que añoro volver a comer su pozole y su cochinita pibil. Y que mis 3 de enero se llenen de su voz y mi alma de la calma que me sigue transmitiendo. Porque aun cuando no sé dónde está, sé que algún día iré para allá, y le diré Rosy y me llamará muñe, y esta tan común historia de una niña que se siente aceptada por su nana, seguirá siendo extraordinaria.

Para Rosy Cárdenas Estrada,

Te extraño.

Susana López Siller

Mamá de dos, psicóloga, soñadora y feminista. Me apasionan los temas de salud mental, crianza y equidad de género, y cómo puedo aportar desde mis textos a crear una sociedad más justa. Escribir se ha vuelto mi terapia.

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