Salir

Por Clara F. Zapata Tarrés

Me detengo

Plaza principal Ramos Arizpe

Coahuila. Norte desierto. Soledad. Estepa.

El sol me deslumbra la mirada, el cielo es completamente azul. Avasalla. Me ciega. Laten mis sienes sin control.

La estación hace travesuras convirtiéndose de pronto en verano.

Noviembre de polvo.

Me paralizo. Todo es mecánico.

(Sal lo menos posible, no olvides el cubrebocas, compra lo necesario, no pares, vuelve al auto, ponte gel, maneja, estaciónate, enciérrate.)

En vez de esto, paro.

Miro a mi alrededor y los ojos duelen porque las lágrimas quieren salir. Estancadas, bloqueadas. Salen dos nada más… Falta más consciencia aún, más corazón y más emoción.

(Esta plaza es mi memoria del pueblo que me dio la bienvenida. El archivo de la memoria abre sus compuertas. Me siento ahí, junto a unos jubilados que hablaban de la vida y miran a las personas pasar. Yo, sentada, miro. Detrás de las bancas de cemento colorido, rejas que envuelven árboles frondosos. Las hojas chocan. El sentido se dispara. Los pájaros llegan por las tardes a descansar y contarse los días. Entre cantos, ellas juegan dentro de las rejas. Ahí no era prohibido pasar.)

Hoy se prohíbe y se obliga. Incómoda. En un postura que vulnera. Me vulnera.

Rueda la sal, se fragiliza mi habilidad de volar…

Ya no miraba ni siquiera las naranjas que brotan de los huacales de Gumosa (tienda tradicional del pueblo)…

Observar será la tarea. Salir de mi lugar. Lugar. Mi lugar sólo dentro. Salir.

¿La libertad sólo estaba dentro? Decía.

También afuera, en cada destello de sol que se había quedado pausado.

Busco la libertad en la mirada y en la evocación. Nostalgia permanente.

Abrazo a una. Luego a otra. Creatividad y aventura. Siempre. Desde el nado placentario. Vientre. Mi vientre. Luego amarradas a mis pechos llenos de leche, llenos de libertad.

Doce años más tarde. Aquí, frente a mi nogal adolescente. Abrazo y juego. Sigo. Ya el aire me despeja la mirada nublada.

Sólo fue el momento. Sólo. Solo.

noviembre 28, 2020

Clara Zapata

Soy Clara, etnóloga chilena-mexicana. Tengo dos hermosas hijas, Rebeca y María José, con Joel, mi regiomontano amado. La libertad y la justicia son mi motor. Creo plenamente en que la maternidad a través de la lactancia puede crear un mundo más pacífico y equitativo y por eso acompaño a familias que han decidido amamantar. Amo la escritura, la cultura y la educación.

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