QUE DICE MI MAMÁ QUE SIEMPRE NO

Por Dona Wiseman

¿Qué haces en un día que se pinta de desilusión?  Un día en el que una persona o las circunstancias quitan el tapón del recipiente donde guardabas tus planes y de un momento a otro el recipiente termina vacío, dejándote con horas desiertas y dudas sobre lo que es real o no.  Sé que vivo en un mundo fabricado en mi mente, y que las cosas que veo son las que he decidido convenientes en un momento dado.  Entonces, interpreto las intenciones de otros, y las mías propias, llego a conclusiones y construyo escenarios que puedan o no manifestarse en el plano terrenal y temporal. 

Hoy es un día de esos.  “Que dice mi mamá que siempre no,” es una expresión que le queda muy bien a este momento y tantísimos otros que he pasado en los años que tengo de vida.  Ahora que lo pienso, es una circunstancia común y repetitiva, una de esas cosas que llaman “patrones repetitivos”, que en realidad no son patrones precisamente, sino la manifestación de la manera en que me relaciono con la vida.  Una vez un maestro me dijo que yo era tan transparente y auténtica que quedaba en desventaja.  Tal vez de esto hablaba justamente.  Años después le dije a ese maestro que conscientemente (o hasta donde puedo presumir de consciente) había decidido seguir siendo igual de transparente, igual de auténtica.  Le dije que era lo que me daba mi lugar en la vida, lo que me aportaba una energía distinta a otras personas.  Le dije que consideraba que era uno de mis talentos.  Pero, cierto es que me ha hecho vulnerable ante otros, y me ha causado una buena cantidad de dolor.

Hay una frase de El Principito que dice, “Si me dices, por ejemplo, que vendrás a las 4, yo seré feliz desde las 3.”  Siempre he creído lo que la gente me dice.  No sé si soy muy pendeja o si es mi idealismo que no me deja perder la esperanza de que, en algún momento, eso que escucho será una verdad, la verdad de quien lo dijo.  Experiencias de vida desde la más temprana infancia me reportan con constancia que lo que la gente dice no es lo que hará, y no es porque sean malos, creo que tiene más que ver con no saber, con la imposibilidad de saber, cómo lo que dicen o hacen afecta al otro, por ejemplo, a una niña de 5 años, o a una mujer de 66.  Y no nos equivoquemos, no espero que a nadie le importe cómo me afecta a mí lo que dicen o hacen o dejan de hacer.  Entonces escribo como catarsis, tal vez con la única intención de validar lo que siento y abrir un espacio de resonancia para que alguien más lo que experimenta también.  No es posible que yo sea la única persona que reacciona así, que siente así.  Si valido lo que yo siento, igualmente valido lo que sienten otros.

Ayer hablaba con una maestra de teatro sobre el por qué hacemos lo que hacemos en la vida.  Más tarde se acercó otra persona para pedirme que participara en una serie de entrevistas con “personas que se la están rifando”.  Pensando un poco, lo que tenemos en común es querer provocar a otros a atreverse a hacer lo que desean y a ser quienes realmente son (o cuando menos echarse a la tarea de descubrirlo). 

Entonces, en un día de desilusión, yo escribo.  Uso las horas que han quedado en el vacío para procesar lo que me está sucediendo, trazando líneas desde el hoy hasta el ayer y de vuelta.  A veces pienso que me haría mejor tomar una siesta, o una botella de vino tinto, pero el impulso es escribir, recordar, procesar, sentir.  En un muy buen momento, tal vez hasta llegue a alguna decisión, de cambiar algo o de seguir aceptando las cosas como son, de seguir creyendo, de seguir creyendo en los demás.   

Dona Wiseman

Psicoterapeuta, poeta, traductora y actriz. Maestra de inglés por casualidad del destino. Poeta como resultado del proceso personal que libera al ser. Madre de 4, abuela de 5. La vida sigue.

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