MIS LÁGRIMAS DEL DÍA DE HOY

Por Dona Wiseman

Acabo de escribir hace días sobre los éxitos y las posibilidades que veía a mi alrededor, especialmente en el deporte y el arte.  Y siguen.  Victorias para atletas mexicanos y triunfos para artistas.  Tanta noticia linda me puso en son de celebración, y para quienes no lo saben, cuando me llega el triunfo (propio o ajeno), me da por llorar.  Hoy voy entendiendo un poco del por qué.   Anoche de verdad ni yo distinguía si mi llanto era más de tragedia y pérdida o a algo que solo puedo describir como lo desgarradoramente asombrosa que me resulta la vida.  En torno a mí, veo historias de éxito a diario – actores, músicos, escritores, fotógrafos, atletas, ingenieros, equipos de producción, hasta niños.  Veo pasión y entrega (junto con el cansancio y la rendición que provoca el esfuerzo que se ha requerido para llegar al lugar en que se encuentra cada uno).  Camino al éxito, cada uno, cada persona, ha atravesado sus propios infiernos.  Lo sé.  Lo he visto.  Lo he sentido.  Lo percibo.  Y tal vez eso es lo que me provoca el llanto, lloro en retrospectiva lo que todos hemos aguantado y soportado, el paso por las llamas, por los retos, por el fracaso, por la desesperación, por la ansiedad, por la depresión, por la desesperanza, por la renuncia, por la crítica. 

Algunas personas han tomado otras decisiones, o la vida las ha tomado por ellos.  Hoy vi la noticia de un chico que se quitó la vida.  Dicen que fue por temas de su relación de pareja.  Es cierto que esos infiernos que algunos logran atravesar, para otros son insoportables.  La depresión, la tristeza, las pérdidas, la imposibilidad, las derrotas.  Hay quienes han construido su vida de tal manera que se han quedado sin opciones aceptables.  Entiendo la decisión de quienes optan por irse de esta vida de manera “voluntaria”.  No sé si es aceptable que yo, siendo que soy, lo diga así.  Sé que, al decirlo, estoy confesando que he estado lo suficientemente cerca de ese nivel de desesperanza como para entender la “validez”.  Hay situaciones insostenibles, no por las situaciones, sino por los recursos de vida de quien las tendría que sostener. 

Ayer partió mi hija a la concentración de la selección mexicana de tochito en preparación para los Juegos Mundiales.  Un hombre a quien quiero mucho ganó un campeonato largamente anhelado.  Me habló una persona sobre el éxito de mi hijo, éxito que ni él mismo dimensiona.  Una mujer sigue en una lucha contra el cáncer, una lucha que ella va diseñando paso a paso de la mano de su fe.  Un chico decide quitarse la vida.  Y yo lloro a sollozos que sacuden todo mi cuerpo, tratando de entender de donde chingados brotan tantas lágrimas. 

Son lágrimas de orgullo.  También son lágrimas de alivio (sé cómo se siente llegar a una meta y poder soltar todo lo que se estaba guardando y aguantando).  Son lágrimas de acompañamiento, de verdad entiendo lo insostenible que puede llegar a ser la vida.  Son lágrimas de ternura, la manita de mi nieto despidiendo a la mamá, y la sonrisa de asombro total de un nuevo campeón.  Son lágrimas de, “Ojalá la vida fuera distinta, pero no lo es. Si te sirve de algo, te puedo acompañar.”  Lágrimas de acompañante, de mamá, de observadora, de abuela, de quien comparte el camino con otro, de quien apoya, de quien poco puede hacer.  Ah, y debo confesar que también son lágrimas de cansancio.  Ando en secuelas de COVID, y yo lloro (aun más de lo normal) cuando estoy cansada. 

Dona Wiseman

Psicoterapeuta, poeta, traductora y actriz. Maestra de inglés por casualidad del destino. Poeta como resultado del proceso personal que libera al ser. Madre de 4, abuela de 5. La vida sigue.

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