Nacer en el infierno verde no fue impedimento para acercarme a proyectos independientes y autogestados. Hoy puedo nombrarlos con todas sus letras con ya mis 4 décadas encima.
Por Ana Carrera
Antes, sólo entendía que había encontrado una revista hecha a mano, o que una bola de marihuanxs declamaban en la cima de aquella escalinata del Centro en un bar de pisos meados. En esa época me atraía mucho “el cómo haces lo que te gusta cuando no hay baro”. Estaba en el Tecnológico y leía más de lo que escribía. Jamás compré un CD, pero sí coleccionaba los demos de bandas incipientes porque me parecían tesoros.
¿Quién va a tener un disco quemado en casa con las rolas grabadas en un estudio casero tapizado de cartones de huevo? Y conforme los años pasaron fui hallando esa esencia punketa en el hacer por unx mismx, en el trueque de elementos de la escena independiente y de la gran mancuerna que siempre han sido la poesía, la música y la locura cantinera.
Me fui moviendo y acumulando kilometraje, y con ello se intensificó la curiosidad de escuchar música independiente, leer fanzines y escuchar a poetas maldecir tras enchinarme la piel con poemas que hablan de la traición del mejor amigo al fallecer. De todo lo disfrutable que me parecen esas combinaciones, he de ser honesta al declarar que los fanzines son mi debilidad.
Un fanzine no es más que la revista que hace quien se fanatiza o sigue algo. Realmente se le pone enjundia, decía, cuando observaba las hojas realizadas con recortes de periódico, los dibujos a mano alzada, los errores de fotocopiado, la cooperación voluntaria que implica ponerle un valor a ese trabajo.
Recuerdo que conocí a Eloísa Cartonera, editorial independiente argentina, navegando en la red y me propuse que algún día me haría de un ejemplar. En un afortunado viaje, compré “Bésame de nuevo, forastero” de Lemebel y ahí supe que mi encuentro con la edición independiente era irrefutable. Los tesoros dejaron de ser los demos de bandas, estaba frente a la posibilidad de unir música, poesía y hartos garabatos en trozos de papel.
Ese ejemplar, a como llegó se fue. Y cumplió su ciclo conmigo y lo regalé a una persona que apenas iniciaba en la creación independiente. Un libro hecho de cartón y papel reciclado, ayudaría a la escena independiente en la frontera norte mexicana.
Le encontré de forma indefinida gran sabor a lo efímero. La estética tan diferente entre los ejemplares, la belleza en lo imperfecto de los cortes y el reconocer un ejemplar como un objeto muy tocado en todo sentido. Me parece, a la fecha, tiempo invertido en un casi fetiche. Quién diría que unos textos formados a modo de panfleto pueden llegar a la basura o a la cava literaria de alguna persona kitsch. Habrá también que reconocer que la labor detrás de estas creaciones tiene motivos (que en la mayoría de los casos) se esfuman como llamarada de petate, sin embargo, se convierten en letras que, al plasmarse en papel, emprenden viaje y algún mensaje mandan… algún verso se comparte…
Continuará la cronología del camino en los fanzines y la edición. Amenazo con un par de columnas más dedicadas a la memoria. Por hoy les dejo con un pedacito de Pedro Lemebel el gran disidente, y una recomendación musical de cuando coleccionaba demos de bandas. Si pones la rola y lees el fragmento, auguro buen maridaje.
Sigamos tecleando durísimo.
Ana Carrera
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…bésame repite acezando, bésame por favor, mi muchacho, mi niño hermoso, que veo alejarse por las membranas rotas de mis cuencas, de misojos que te persiguen mientras cruzas la calle, que se rebalsan de agua ligosa y la enorme lágrima la despierta y por un momento mueve la boca sin sonido, baja el escalón, guachito no se vaya, mijito venga, taconea unos acrobáticos pasos y lo pierde en la carrera alérgica del muchacho al doblar la esquina…
Fragmento de Bésame de nuevo, forastero. Pedro Lemebel.
♫♪
Ella no me conoce, Austin TV
Pd. Gracias especiales a quienes siempre me recuerdan que somos literatura.