La princesa superpoderosa

Por Alex Campos

Todos los días hay lecciones importantes que enseñarles; cómo ser educados, amables, ordenados, agradecidos, a defenderse, a poner atención, a sentirse seguros, pffff… y la lista no termina.

Si me propongo hacer una lista de lo que quisiera enseñarle a mis hijos y ver con mis propios ojos que lo han entendido y aplicado, nunca terminaría, pues necesidades de crianza para este mundo en el que hoy vivimos, no hay suficientes. Incluso, hay algo en lo que no había puesto mucha atención, sobretodo en mi pequeña de 4 años que, por ser algo soñadora, termina siendo un poco distraída y las distracciones terminan siendo de pronto un motivo de problema; a la hora de hacer tarea, cuando le doy instrucciones, cuando le platico algo y sólo me escucha la mitad… pero desde que descubrí que ella puede idear todo un mundo con personajes y diálogos, lugares increíbles y superpoderes que la hacen invencible, mantengo vivo en mi corazón el deseo de que esa capacidad de imaginar y crear historias y juegos nunca termine.

No quisiera que las obligaciones, los horarios, el deber y la disciplina mal aplicada terminara con ese “súper poder” que nos entregan de pequeños y que por las exigencias de la vida, el deber ser y la seriedad con la que queremos que los demás nos vean, se nos va escurriendo al paso de los años y no hacemos nada por retenerlo: El poder de LA IMAGINACIÓN.

Haciendo un ejercicio de introspección, tengo que reconocer que aunque lo que más busco en mi vida y la de mis pequeños es el equilibrio, de pronto es lo que menos tengo, todo por enfrascarme en la rutina, la disciplina , horarios y lo correcto o lo que considero sano para ellos.

Son esos días faltos de equilibrio, cuando cumplir con un horario puede más que las ganas de ver a mi hija jugar a la princesa con superpoderes, que rescata a sus hermanos en una misión súper difícil y se corona cómo vencedora .

Son esos días en los que la fatiga mental y emocional me convencen de acelerar la hora del baño y la oración de noche en vez de jugar con mi bebé grande al lobo que lo come a besos y lo ataca a cosquillas, sacándole la sonrisa más tierna y linda del mundo… y esto lo cambio por poder echarme de un solo brinco a la cama, con la pijama medio puesta, el rimel corrido, mi labial colorido que de colorido ya no le quedó nada y un chongo mal hecho que me rehice una y otra vez con el afán de verme medio peinada durante el día.

Así es esto de ser mamá, un día sonríes de oreja a oreja porque descubres que lo que has hecho, el amor y esfuerzo que pones para el cuidado de tus pequeños ha dado frutos. Y al otro día, te sientes frustrada, triste o muy cansada como para ver todo lo que has logrado.

Las mamás somos cajitas llenas de millones de sueños, sentimientos, miedos, cualidades y defectos.

Luego de una experiencia única y que nunca olvidaré, he decidido ser firme en cuidar como un cristal precioso la imaginación de mis hijos y la seguridad de mi niña de 4 años que la hace creer que si ella lo imaginó, ella lo puede.

Así como hace unos días, que descubrió que en su nueva ciudad hay una pista de hielo, y pequeñas (no tan pequeñas como ella) tomando clases de patinaje artístico. Desde ese momento no paró de decirnos a su papá y a mi que ella quería patinar. Pasó días enteros jugando en casa a “la patinadora”, su abu, le mostró cómo debía hacerlo el día que pisará la pista, se puso tutus, coronas y dio mil piruetas por toda la casa. Tanta fue su insistencia que me sentí obligada a llevarla.

Mis miedos, mi nervio y millones de ideas de lo que podría pasar en una pista con niñas que tienen tiempo patinando, se acumulaban en mi mente. Pero no quise pararla, no quise limitarla, más bien, me mantuve expectante a lo que haría al ponerse los patines y ver el tamaño de la pista, las niñas patinando y los maestros dando instrucciones.

Pues bien, a pesar de que le hice hincapié en que debía ser cuidadosa y en que debía esperar a que los maestros la acompañarán y le dieran instrucciones ella, sin temor alguno, me dijo “mami yo puedo sola”.

Los maestros no tuvieron nunca tiempo para una pulguita de 4 años que jamás había patinado en hielo, así que adentrada en una de sus “misiones de princesas súper poderosas”, entró a la pista con una andadera, sin si quiera voltear a ver a los profesores o a su mamá para pedir ayuda, avanzó con esa andadera metálica más grande que ella, se cayó una y mil veces, se sacudió las rodillas y los moquitos que por el frío de la pista le escurrían de su nariz, y seguía patinando, sin importar que ningún maestro le ayudara, que había otras niñas más grandes que lo hacían muy bien y que estaba siendo más difícil de lo que imaginó. Así patinó durante una hora entera. Y cuando volteaba a verme lo hacía con cara de “¡LO ESTOY HACIENDO SOLA!”

No pude evitar esas ganas de llorar, de emoción, de admiración, de satisfacción y de un amor desbordante que me impulsaban a correr y darle el abrazo más apretado que jamás le he dado.

En ese momento entendí que la imaginación de los niños no sólo es para jugar sino que también es impulso para luchar por sus sueños, que las limitaciones las ponemos nosotros mismos, que el mejor ejemplo y el mejor legado que podemos dejarle a nuestros pequeños es la seguridad de que los apoyaremos en sus sueños, sin anteponer nuestros miedos, nuestras inseguridades de adulto y evitando palabras que puedan hacerle pensar que no tienen lo suficiente para cumplir la meta que se pongan.

Y que algo que NUNCA debo dejar de buscar en la crianza de mis pequeños es la tenacidad, la valentía y la fuerza que necesitan para enfrentar este mundo loco en el que vivimos. Todo basado en el gran amor que nosotras las mamás depositamos en sus corazones todos los días mientras están a nuestro cuidado.

Por eso, esas noches en las que me ganó el sueño y brinqué a la cama con un chongo mal hecho, rimel corrido y labial despintado, voy a sonreír de corazón porque será luego de haber dado todo mi esfuerzo en la educación y el cuidado de mis pequeños un día más.

La próxima vez que mis hijos quieran intentar algo nuevo y me incluyan en su sueño les diré “¡¿Y por qué no?! “

Alex Campos

Lic. en Comunicación por la Universidad Del Valle de México. Conductora en diferentes facetas, actualmente presentadora de noticias. Apasionada de la escritura y enamorada del arte de ser mamá. Mamá de Samantha, José Antonio y Rafael.

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