La bruja del cuento de mis hijos

Por Alex Campos

Nunca he querido ser la mala del cuento, ni de chiquita cuando jugaba a las princesas y mucho menos ahora que soy mamá.
Pero resulta que, en el tema de educar, en muchas ocasiones SI termino siendo “la bruja escaldufa”.

Nada más difícil que ver los ojitos temblorosos y acuosos de mis niños cuando toca regaño o decir “NO”.

Como mamá, a veces pienso que nos toca el papel más difícil, pues ¿cómo demostrar que amamos a esos pequeñitos nuestros a la hora de un castigo, un regaño o ante la negación de algún permiso o deseo?

En su pequeño mundo el significado de amar equivale a todo ¡menos a un castigo o regaño!

Además, la cosa se pone más difícil cuando tus oídos han escuchado diferentes opiniones, estilos de crianza, ideologías y sugerencias (no solicitadas):
Que si eres muy estricta los llevarás a los límites y por lo tanto al hartazgo, o que si eres muy relajada crearás vagos e hijos sin límites y que el punto medio es difícil de encontrar.

Yo no lo creo, o no lo pienso así, será porque no llevo conmigo una vara medidora de límites, no lo pienso tanto, actúo por instinto, hago lo que siento que es lo mejor y que me dicta el instinto que se nos otorga desde ese primer segundo en el que nos encontramos cara a cara con esa mini criaturita que salió de nuestro vientre.

Últimamente, ha sido el tema de la semana en mi casa, “fuerza de voluntad”, “disciplina”… de verdad que esas palabras han retumbado en mi cabeza en estos días con mucha insistencia.

Y es que creo firmemente, que si lograra dejarles esa herramienta tan necesaria a mis hijos me sentiría muy tranquila y satisfecha. En el mundo en el que hoy vivimos se necesita mucha fuerza de voluntad…

De pronto he estado más alerta a todo aquello que pudiera reflejar ese valor. Me he dado cuenta que, para poder guiar a mis hijos a adquirirla, debo ponerles el ejemplo, y si eso viene con llevarlos a sus clases el día que más cansada estoy, exigirles que terminen algo que comenzaron u obligarlos a algo que no quieren hacer pero que es por su bien, adelante y bienvenido sea.

La fuerza de voluntad se refleja hasta en los límites que ponemos, cuando decimos “no hagas eso” y vemos que nos retan o intentan ver qué pasa si lo hacen, si nos quedamos sentadas viendo y sólo decimos “te dije que no lo hicieras”, dejándoles ver que pueden más las ganas de quedarse sentada antes que disciplinar.
Esos son los momentos precisos para inculcar límites y para aplicar esa fuerza de voluntad, sobreponerla ante nuestro cansancio, nuestras ganas de seguir viendo la tv o seguir viendo el celular.

Creo que el simple hecho de demostrarles que no sólo porque estás cansado, o fue “un mal día”, podemos claudicar o dejar de hacer “lo que se tiene que hacer.”

Desde pequeña escuché una frase tan simple y tan rudimentaria que a esa corta edad, logré captar y apropiarme de ella y así sigue siendo hasta la fecha, “lo que se tiene que hacer, se tiene que hacer”, ¿así de simple?  Si, y cada que pienso en dejar de hacer algo que no quisiera, o en alguna situación que está requiriendo más de mi, me la recuerdo y la repito hasta que me queda claro que no hay salida, no hay atajos, sólo consecuencias a lo que haga o deje hacer.

Todo esto viene a mi mente mientras me encuentro sentada, viendo la terapia de mi bebé, el más pequeño de toda la casa, un bebé que en todo momento necesitará aplicar en su vida la FUERZA DE VOLUNTAD, nació con un cromosoma extra y eso ya le encargó desde un inicio esforzarse más para lograr cualquier objetivo.

Para él TODO va bien hasta que llega la hora de hacer algún ejercicio que aún no domina o que por su condición muscular le resulta complicado, se convierte en el reto más difícil para él.

Y ahí estoy yo, viendo que llora, se frustra y se enoja, pero en mi interior sé que se tiene que hacer, que no puedo “protegerlo o rescatarlo”, pues ese ejercicio hará que esté mejor y tenga un avance en su desarrollo. La verdad es que, en ese momento yo quisiera correr y cargarlo, decirle que ya pasó y que no habrán más ejercicios, pero el bien que le estaría haciendo sólo sería en ese momento y el mal… para toda la vida.

Vaya que al ser mamá, cuando enseñas la fuerza de voluntad comienzas por tí misma, en momentos de cansancio, hartazgo, frustración y días malos, debemos seguir.

Una sola clase de ballet o de Karate no bastará para lograr una disciplina. Tomarse un jarabe con el peor sabor tampoco significará que ya lo tienen. Creo que nunca me libraré de ser la bruja de la historia. Pero no importa, dicen que a los atletas los enseñan a rebasar mental y espiritualmente sus límites de fuerza… y cuando lo logran es porque creyeron en ellos mismos y controlaron los límites de su cuerpo, sinceramente creo que todos en este mundo necesitamos ese tipo de herramienta.

Sobreponer “lo que debo” a “lo que quiero”, porque eso les dará la mejor herramienta para que sean exitosos y para tener enfoque.

Además, ese sentimiento que nace de lograr vencer nuestras típicas barreras como seres humanos; la apatía, el miedo, el
conformismo, el desear todo lo fácil, siempre llevará a un empoderamiento que sabe muy bien cuando vencemos a nuestra más grande competencia: Nuestra mente, la poderosa mente puede ser nuestra mejor amiga o una maquiavélica enemiga.

Habrá momentos en los que mis hijos lloren ante mi, porque no quieren ir a su clase de las tardes, o porque quieren seguir comiendo dulces hasta acabarse la bolsa entera, tal vez porque deben tomar un jarabe para la tos que sabe espantoso o deben dormir y dejar de jugar, y es cuando entra mamá marcando límites y decidiendo no hacer “lo más fácil”, que sería darle gusto a su pequeño.

Por mi parte, creo que prefiero ser la bruja mala del cuento hoy y hada madrina el día de mañana, pues les estaré otorgando la capacidad de controlar su mente y espíritu, de enfocarse en lo que deben hacer y disfrutar de buenos resultados a base de esfuerzo.

Sé que no hay nada que se compare con ver esa sonrisa y ojitos que brillan de felicidad cuando digo “¡si!” O cuando hacen lo que quieren pero estoy segura que no habrá comparación a la sonrisa de un adulto, de agradecimiento por la educación y las herramientas que con el amor del mundo yo les di.

Después de todo, cada día el mundo exige más y más de nosotros, si criamos hijos fuertes nada ni nadie los moverá de su lugar, sus metas las cumplirán y su autoconfianza crecerá. Yo le apuesto a criar niños fuertes de voluntad, convencidos de lo que deben hacer y enfocados a sus metas.

Querida “fuerza de voluntad” , que difícil eres de encontrar en ocasiones, nos exiges levantarnos de un sillón cuando más cansadas estamos, disciplinar cuando los ánimos están muy bajos, pero una vez que te encuentro y te tomo por la oreja  ¡ya te tengo y no te suelto!

Alex Campos

Lic. en Comunicación por la Universidad Del Valle de México. Conductora en diferentes facetas, actualmente presentadora de noticias. Apasionada de la escritura y enamorada del arte de ser mamá. Mamá de Samantha, José Antonio y Rafael.

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