Contemplar

Regalarnos esos momentos para contemplar a nuestros hijos, sin prisa, sin miedo, sin expectativas y sin la necesidad de intervenir, nos aterriza en el aquí, a través de ellos.

Por Kim Dewey

 

Del latín contemplare: Observar con atención, interés y detenimiento una realidad, especialmente cuando es tranquila y placentera o cuando se hace con pasividad.

Sentada en una banquita de la plaza cerca de casa, mientras mi hijo de cuatro meses duerme en mis brazos, observo a mi hija mayor que acaba de cumplir cuatro años. La veo correr, subir y resbalarse por el resbaladero una y otra vez. Noto su cabello despeinado y la habilidad con la que trepa, sube y baja de los juegos. Ya aprendió a columpiarse sola y me encanta verla disfrutar sus logros. Me de risa que no suelta a “Chamulito” uno de sus muñecos preferidos.

Observo sus gestos, su cada vez mayor independencia y su interacción con otros niños, las pláticas y juegos entre ellos. La veo reírse, sorprenderse, caerse y levantarse solita. Solo observarla con atención, con una mirada relajada y amorosa es una forma de conectar con ella.

La semana pasada compartía mi experiencia de meditar por unos minutos cada día (puedes leerla aquí). Contemplar siento que es también una forma de meditación. Mejor, si encontramos esos momentos en lo más simple y cotidiano. Siento que regalarnos esos momentos para contemplar a nuestros hijos, sin prisa, sin miedo, sin expectativas y sin la necesidad de intervenir, nos aterriza en el aquí, a través de ellos. Nos enseña a confiar y a soltar. Y de cierta forma a conocer y reconocer la esencia de nuestros hijos como seres completos, libres, con su propia historia y camino por recorrer.

Kim Dewey

Mamá, yoguini, diseñadora y viajera de corazón. Criando despacio. Lo que me inspira: mi familia, la naturaleza, la magia de lo cotidiano.

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