CARTA A SANTA CLAUS

Por Dona Wiseman

Si hiciera una carta a Santa Claus, le pediría mucho y poco a la vez.  Le pediría cosas que parecen pequeñas pero que en realidad son profundas, productos de mi mente idealista o quizás de los más profundos deseos de mi corazón (sí tengo, ¡eh!). 

Yo pediría tener conciencia de mí, y que tú tuvieras conciencia de ti, y así los dos tendríamos conciencia del todo.  Yo pediría que sintiéramos satisfacción.  Eso no significa que toda la vida sería miel sobre hojuelas, sino que reconoceríamos la suficiencia y podríamos descansar en espacios cómodos que permitirían que nos lanzáramos a la creatividad de manera libre.  Yo pediría que todos pudiéramos vernos, a los ojos y más allá, para ver el dolor y el miedo propio y del otro y así movernos hacia vivir, un poco más, en el amor.  Yo pediría que los árboles de navidad tuvieran muchas cajas envueltas debajo, con detalles de todo tipo, no por su valor en dinero sino por contener la atención que cada uno le ha puesto a cada otro.  Yo pediría que las casas se llenaran de luces y calor, cada hogar a su manera y su estilo, y que la luz y el calor llegara al corazón de cada habitante.  Yo pediría que la mirada de cada uno de nosotros alcanzara a elevarse lo suficiente para contemplar el mundo que está más próximo y a las personas que viven allí.  Pediría que aceptáramos que esa mirada individual se enfoca en cosas que son importantes para cada otro, cosas que reflejan el mundo interno y la forma en que vibra ese ser.  Pediría la opción de que todos aceptemos los pensamientos y planes y deseos y visiones propios y ajenos, y que las discusiones apasionadas que se suscitan sean acompañadas de vino tinto y mente plástica, con criterio abierto para ampliarnos cada uno a partir de escuchar (y quizás incorporar) aquello que difiere de lo que traemos dentro ya.  Pediría muchas botas navideñas llenas de dulces, chocolates específicamente, buenos chocolates que hacen juego con los buenos vinos y los pasos para acercarnos al estilo de vida que realmente queremos vivir.  Pediría que fuéramos capaces de reconocer la vida que deseamos y manifestarla de manera concreta y real.  Pediría que nos conociéramos tanto y tan profundamente que no nos quedara otra opción que ser auténticos.  Pediría que descansáramos en nuestros defectos, sin hundirnos en la exigencia de tener que eliminarlos, exigencia que nos aleja de una transformación verdadero.  Pediría abundancia, en la conciencia y reconocimiento de que la abundancia y su manifestación son expresiones individuales y propios.  Pediría libertad y la capacidad de sostenerla responsablemente.  Pediría que la expresión de la sexualidad se manifestara de manera libre, responsable y consciente.  Que fuera una expresión directa de la opción de vivir en el placer y de sostener y soportar el placer en la vida diario. 

Pediría mucho.  Sí, realmente pediría mucho, mucho más allá de lo que Santa Claus me puede traer.  Entonces, me convertiré en Santa Claus, cuando menos para mí, y haré lo posible por construir un paso más dentro de la vida que yo deseo.  Y si puedes y quieres acompañarme, ¡bienvenida seas!

Dona Wiseman

Psicoterapeuta, poeta, traductora y actriz. Maestra de inglés por casualidad del destino. Poeta como resultado del proceso personal que libera al ser. Madre de 4, abuela de 5. La vida sigue.

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