EN LOS MIEDOS ESTÁN LOS DESEOS

Por Dona Wiseman

¿Cuál es el miedo que te mantiene cerrada a nuevas posibilidades en tu vida?  Yo he hecho muchas cosas en la vida, tal vez he sido más valiente que una gran parte de otras personas.  Y sin embargo leo esta pregunta y me cimbra.  Luego hay una partecita de mí que me pregunta, ¿Caray, y qué más necesitas?  Créanme que sé lo que me falta.  Pero tal vez no he visto claramente el miedo que me mantiene alejada de eso. 

¿Tú sabes qué es lo que te falta?  No estoy hablando de cosas simples, sino de alguna necesidad profunda, una necesidad que tal vez siempre te ha faltado.  A veces no es sencillo darnos cuenta de esa necesidad, o pensamos, como lo hago yo, que hay ciertas cosas que no son para mí, que no me tocan en esta vida.  ¿Será posible que existan necesidades que no podamos satisfacer?  Me queda más que claro que hay necesidades que son más difíciles de satisfacer.  A veces son hasta casi imposibles de identificar, pues, acercarnos a satisfacerlas será trabajo pesado.  Lo sé. 

En general el miedo que tenemos es repetir las situaciones de la infancia que nos lastimaron tanto, esas situaciones y nuestras reacciones que fueron las que formaron nuestra estructura de carácter y que “nos hicieron quienes somos ahora”.  Son esas situaciones que quedaron como hábitos relacionales y que nos dejan alejadas, a veces solo a pasitos y a veces muy distantes, de la satisfacción y muy cerca del sufrimiento. 

Mi táctica es la renuncia.  De niña recuerdo (tengo recuerdos vagos de vivencias desde bebé) haber estado en mi cuna, con mucho miedo.  Toda la infancia tuve miedo a la oscuridad.  Estaba en la cuna, en una recámara oscura.  Fuera de la ventana había un árbol y en el callejón detrás de la casa de mi abuela había una lámpara.  Hacía aire.  Las ramas se movían y eso provocaba una danza de sombras en las paredes y techos del cuarto.  No recuerdo si lloré.  No recuerdo si intenté hablarle a mi mamá.  El hecho es que no fue nadie a atenderme y supe que si me dormía ya no sentiría miedo.  Entonces me tapé, me hice bola, y me dormí.  Es fecha que prefiero enfrentar mis miedos sola.  Al cabo, no hay nadie que me auxiliará.  La renuncia a la compañía, a la atención de algún otro (mi mamá, por ejemplo), a algo que alivie el miedo, es una constante en mi vida.  Me resuelvo sola, y a veces hasta la sugerencia de que pudiera necesitar ayuda me cae mal.  No necesito a nadie.  Deduzco, entonces, que una de mis mayores necesidades y estar acompañada, y uno de mis mayores miedos es admitirlo y buscar estar acompañada. Es claro que puedo sola.  No es cuestión de no poder, las necesidades son más profundas. 

¿Cuántos otros miedos tengo?  A pesar de que he logrado que el mundo crea que no tengo ninguno, son muchos.  Cada miedo refleja un deseo.  ¿Tienes miedo a estar sola? ¿Al rechazo? ¿A depender? ¿A recibir? ¿A dar? ¿A la carencia? ¿Al éxito? ¿A la abundancia? ¿A la muerte? ¿A que alguien se aproveche de ti? ¿Al fracaso? ¿A la pérdida?  ¿A las cucarachas o las arañas? ¿A los hombres o a las mujeres? ¿A fallar o a equivocarte?

Te invito a aprovechar la primavera para hacer este ejercicio.  Y si requieres ayuda, como dice un amigo psicólogo, “citas al…” 

Dona Wiseman

Psicoterapeuta, poeta, traductora y actriz. Maestra de inglés por casualidad del destino. Poeta como resultado del proceso personal que libera al ser. Madre de 4, abuela de 5. La vida sigue.

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