La magia de los cien malabares

Nunca sabrás de lo que eres capaz hasta que lo intentas.

Por Elena Hernández

No existe un manual, lo sabemos, cientos de veces escuchamos mil y un consejos de cómo hacer tal o cual cosa con respecto de la crianza y educación de los hijos, una historia infinita, un cuento sin terminar que al final se reduce a seguir nuestro criterio, hacer todo en base al amor y permitir a ese instinto materno aflorar por completo para que nos ayude y permita llenarnos de esa seguridad para llevar a cabo esta gran tarea de ser mamá.

No hay un momento perfecto para iniciar, sino el que nosotras decidimos y no la edad, la carrera contra el tiempo y nuestro famoso “reloj biológico”, ni la presión social que está siempre presente, ni el qué dirán, ni ninguna otra circunstancia fuera de las tragedias de mujeres abusadas sexualmente que no mencionaré aquí, ni los casos de adolescentes que ya sea por ignorancia o por la razón que tengan comienzan su camino en la maternidad a temprana edad, tampoco a ellas me refiero. Hablo de las que postergaron, y siguen postergando por voluntad propia su etapa maternal para el tiempo justo en que esto ya no “interfiera” con sus estudios, su preparación, la cúspide de sus carreras, la estabilidad emocional y/o económica, o cuando el sentido aventurero se apacigüe un poco y se busque entonces la vida sedentaria, y de pronto se dan cuenta que pasan de los 30´s o ¡de los 40´s!

Es la nueva liberación femenina, el dominio de sus tiempos para cuando se les antoje. Y en contrapunta estamos las un poco más “clásicas”, que, aunque no muy jovencitas, nos casamos e iniciamos antes de llegar al tercer piso nuestra producción en serie de bebés, uno tras otro como para compensar el déficit de nuestras compatriotas venusianas que no se deciden o, mejor dicho, que deciden esperar. Y en la aventura de procrear hacemos malabares como podemos entre la casa, la ropa, el marido, la familia, los compromisos sociales, las piñatas, los desayunos, la escuela, el lunch de los hijos, ¡los hijos!: uno, dos, tres y el que tengo pegado en la chiche en este momento, la chiche, los pañales, los piojos, la mascota, la planchaduría, la comida, la cena, la dieta, el supermercado, la tarea, el dentista, el pediatra, los viajes, las visitas, la depilación, el salón de belleza, el gimnasio, el trabajo, ¡ay Dios!, y aun no me siento a escribir la columna.

Pero antes que se me acabe el aliento y las que han retrasado su etapa de ser madres acaben por convencerse de nunca serlo, déjenme aclarar que hoy que tengo un millón de cosas que hacer soy mucho más hábil, organizada, positiva, relajada y feliz que cuando tenía un hijo o incluso, antes de casarme. A esto es a lo que yo llamo: la magia de los cien malabares. Nunca sabrás de lo que eres capaz hasta que lo intentas.

Elena Hernandez

Nací un soleado día de abril, hace casi 36 años, la mayor de una familia que parece común pero no lo es tanto, llena de personajes interesantes como seguro cada familia tiene los suyos. Arquitecta de profesión, madre de corazón y soñadora por convicción. Hoy dejo la puerta entreabierta para que te asomes un poco a mi mundo, mis vivencias, mis alegrías, mis penas, y descubras conmigo este pedacito de mí antes de que se esfume con el viento.

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