EL CHILE

Por Ivonne Orozco

La extensa variedad de chiles en México es como para hacer cada día una salsa con cada uno de ellos.

El Chile es una genuina muestra de nuestra identidad. Los molcajetes se pusieron de modo para recibir estas suculentas mescolancias.

El de árbol, el piquín, el chilhuacle, el ancho y pasilla, el Morita y el chipotle. Detrás de cada uno de ellos hay una mujer femenina que aprieta y apachurra con el temolote la magia de formas amatorias que van directamente a la mesa.

Más de 50 especies de chiles, entre jalapeños, poblanos, anchos, mulatos, cascabel, guajillos, mirasol forma los rayos del sol naciente mexicano. Ese sol ardiente y picoso, el mismo astro rey de la gastronomía mexicana.

El picor, el candor, incluso el color hacen de la variedad el gusto para poder elegir y disfrutar. No es necesario saber si tiene minerales, si tiene calorías, si tiene tabla nutricional, al mexicano no le importa “enchilarse” jugarse la honra y el apellido con los ojos lagrimiando y pedir más cerveza para que se le pase “lo enchilao”.

En la época prehispánica se bebían bebidas con chile, mezcladas con cacao y con maíz, energía pura.

El corazón de un mexicano proviene del rojo salsa, del rojo incandescente de una salsa de chile de árbol. Así circula sin pendiente en nuestros cuerpos. Macho y a la vez intensamente femenino.

El Chile, no aparece en el escudo Nacional porque el águila ahí presente ya se los había devorado. Símbolo patriótico de nuestra grandiosa mesa mexicana.

Ivonne Orozco

Nací en la Ciudad de México, de raíces Oaxaqueñas por parte de mi madre. Tengo una carrera trunca en leyes y he escrito por años fábulas y textos de cocina. Soy fiel lectora de la historia de México, tengo 30 años en la cocina y 44 años de edad.

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