LA MAFIA EN CASA

Por Cristina Aguirre

Mis hijos son aún pequeños, pero lo suficientemente grandes para organizar complots. Ya en esta etapa no hay pañales, ni hay biberones, ni siestas, ni carriolas, en ese aspecto me siento liberada.

Ahora; mi compromiso es más con las vueltas y sus academias. Otro tipo de cansancio, otros tipos de problemas, pero descubro esta nueva etapa de diálogo y negociaciones.

Impresionante el ser testigos de cómo dan estos pasos agigantados en los que ya no me ocupan tanto. Y que ya se limpien solos ¡uff qué maravilloso! Ya puedo disfrutar en un restaurante a gusto cuando deciden hacer su digestión mientras como…

Pero también comenzamos con el despegue…

“No me des la mano”, “besos en público no mamá”, ya al grande no le dan tanta risa los mismos chistes que a los hermanos, ni me compra los cuentos de “Caldo de Hulk” , “Sopa de Ironman”… pero se sienta a platicar conmigo de su día, de sus sentimientos, de sus maestras etc… no es tan malo como yo pensaba… disfruto muchísimo sus conversaciones; obviamente mientras no sean antes de las siete de la mañana o después de las ocho de la noche.

Pienso que no voy tan mal a pesar de que cada día fue caótico, valoré cada etapa y lo sigo haciendo… y mi amor; mi amor sigue creciendo.  

Y aunque ya no puedo besuquear a los mayores frente al público… cada que tienen un día gris, vienen directo a mi, por su vitamina de “mamá”… quien diría que el de siete (precisamente el que no quiere besuqueo) se sigue curando con mis abrazos.

Aquí, en casa, se convirtió nosotros los hijos… ustedes los padres… a veces los imagino como si fueran un grupo del crimen organizado.

El de seis (la cosa más honorable y leal del universo) se convirtió en un halcón o algo parecido que custodia las travesuras de los otros dos y le da el pitazo al grande cuando me acerco al cuarto y están haciendo alguna cosa que no tiene permiso (como jugar Nintendo antes de terminar su tarea).

Su mafia: los dulces escondidos, el Nintendo y el contrabando de travesuras.

Su madre: La policía.

Su padre: La fuerza armada.

Llegan a acuerdos y se solapan las travesuras, ayúdame y te compro un chocolate,  la chica los invita a dormir y arman sus pijamadas. En las cuales a veces soy invitada y a veces no. (Depende de mi nivel de popularidad entre la masa).

Y total siento que poco a poco voy entrando en una etapa de exclusión que francamente también estoy disfrutando. Siento como si en ese aspecto estuviera de nuevo respirando.

Yo la verdad en algunas cosas disimulo que no me doy cuenta (como si no supiera donde tienen los dulces) y bueno… otras veces se va el castigo parejo; porque es tanta su complicidad… que cae uno y caen todos… (hasta la fecha sigo sin saber quién recorto las cobijas), en fin ….

Hace unos días, comieron algo que definitivamente no les sentó nada, pero nada bien… así que venía en el carro con una orquesta de semejantes tronidos… como bombas de humo letales.

-¡¿Quién fueeeeeee?!

Todos se veían entre sí y reían… y yo con la cabeza de fuera pensando: ¿cómo personas tan pequeñitas pueden emitir semejantes olores?

-“Tranquila, están bien señora.”

Decía el doctor… después de revisarlos

– ¿¿¿Bien??? ¡¿Quiere dar una vuelta con nosotros?!

Y bueno, ya para terminar… ayer la verdad es que definitivamente no supe si enternecerme o traumarme. Y A ESTO SI LE LLAMO UNA REVERENDA EXCLUSIÓN:

Durante la comida la chica de cuatro años, nos da el siguiente anuncio:

-“¡Ya se quien va ser mi esposo cuando sea grande!”.

– “¿Quién hijita? ¡platícame el chal!”

Todos estábamos muy intrigados… ¿me caerá bien la mamá? ¿Será buen niño? Pues si… si es buen niño y si me cae bien la mamá. Ella dijo:

-“Mi hermano Emiliano”.

A lo que responde el mayor: -“¡No se puede casarse con hermanos!”

(Definitivamente me aterra pensar en qué basa su respuesta así que me quedo con la duda)

Como dicen, si no preguntan cállate la boca. Y si preguntan, pregunta ¿por qué preguntas?  Todo a su edad.

Y bueno ante tal negativa… insiste mi hija: -“¡Ah bueno! ¡Entonces me voy a casar con mi papá!”         

-“Pero está casado con mi mamá !” Dijo el de en medio.

Me reí y me dirigí a la estufa a servir más arroz cuando de pronto escuché que mi hija susurraba:

– “Me voy a esperar a que mi mamá se muera ..”

Y mientras tanto… ella me señalaba.  

Bueno, exclusión, exterminación, lo que sea esta etapa me queda el consuelo de que si muero, cuando menos mi esposo, viudo viudo,  pues no queda.

Cristina Aguirre

Soy licenciada en derecho, esposa y madre de tres hijos. Actualmente estoy laborando en una empresa familiar restaurantera, junto a mi esposo. Comencé a escribir como DESAHOGO en mis muy, muuuuy reducidos tiempos libres; escondida en la lavandería, mientras los niños dormían. Gracias por la oportunidad, en especial a todas aquellas mamás que me impulsaron a hacer esto.

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