Lactancia y alimentación complementaria

Por Clara F. Zapata Tarrés

Algo que vemos con bastante naturalidad es la manera en cómo un bebé comienza a caminar. Entre los 5 y 6 meses, los bebés ya tienen suficiente equilibrio como para poder sentarse solos. Pasan semanas y meses y vemos cómo, con un impulso cargado de naturaleza pero de una enorme voluntad y curiosidad por su entorno, los bebés se ponen en cuatro puntos y de pronto un día, gatean. Asombrados por su gran logro, quieren perseguir objetos, pelotas, mascotas, mamás, papás, hermanos, con una fuerza que ha llevado semanas enteras de práctica. Cada vez se desplazan con mayor maestría y ya quieren subir y bajar escaleras. Cuando están encima de una superficie, van aprendiendo sobre los riesgos de las pendientes y lo que para ellos son precipicios (la cama por ejemplo). Les enseñamos a voltearse y bajar sin miedo y con cuidado. Sus músculos se fortalecen, ya pueden pararse tomándose de un barandal, de las paredes y de cualquier cosa que se deje. Piden nuestras manos para explorar y caminar con ayuda. Le dicen la edad de la joroba porque andamos caminando agarrándoles las manos y aun no pueden permanecer parados por su cuenta. Así y de pronto, un día entre los 11 y el año y meses, miramos ese explosivo y maravilloso momento en que dan sus primeros pasos. Al parecer solamente los acompañamos en este gran camino que trazaba una meta clara para nuestro bebé. Acompañamos, respetamos y casi nunca forzamos. Era algo que se iba a dar tarde o temprano. Y así, sin tantas preguntas, disfrutamos enormemente la felicidad de la mirada de nuestro bebé.

Descubriendo…

Aunque la alimentación complementaria podría ser un tema que podría parecer “natural” y llevadero, cuando nuestro bebé amamantado cumple los seis meses, solemos hacernos muchas preguntas, a diferencia del ejemplo anterior. Las voces a nuestro alrededor son tantas que no sabemos cómo reaccionar, tenemos muchísimas dudas y la culpa vuelve ahora a hacerse presente. Llega el día “5 meses y 29 días” y nos encontramos emocionadas porque mañana mismo nuestro bebé comenzará a comer otros alimentos, preparamos todo lo necesario, compramos verduras o frutas, invertimos tiempo cociéndolas a la temperatura perfecta, molemos o machacamos y comienza el gran ritual cultural que dará inicio al disfrute de los sabores, colores y texturas que nos llevan a un placer que durará probablemente toda la vida. La variedad de alimentos que encontramos en nuestro país es infinita. Es pues, maravilloso tenerla y saber que nuestro bebé podrá empezar a jugar y experimentar descubriendo un mundo nuevo.

Sin embargo, para muchas familias, este tema se ha convertido en angustia e incluso un momento en que la ansiedad se apodera de nuestro corazón. Así, comenzar a comer otros alimentos que no son leche materna puede representar también un desafío si no estamos bien informadas y si a veces no escuchamos y observamos a nuestro bebé.

Los bebés son maravillosos porque como siempre y en cada etapa acaban siendo nuestros maestros… Saben lo que quieren, lo que no, lo que su cuerpo puede aceptar y lo que definitivamente tiene que esperar o que tal vez no querrá meter a su boca hasta el momento indicado. Lo primero que necesitamos saber es que la leche materna se da de manera exclusiva de los 0 a los 6 meses; por otro lado, y tal vez lo leemos pero lo pasamos de largo, es que la leche materna sigue siendo el principal alimento hasta el año de edad de nuestro bebé. Esto es muy importante porque nos permite asegurarnos de que nuestra leche tiene todos los nutrientes, componentes, vitaminas, minerales, grasas, etc., que nuestro bebé necesita. Los 6 meses son clave porque si no sabemos esto, podemos dejarnos llevar por una serie de aseveraciones sin fundamento que son las que nos generan esa angustia primaria (por ejemplo, “la leche ya no sirve, es agua”; “qué flaco está tu bebé”; “¿ya lo llevaste al doctor? ¡Se ve pálido!; “Mejor dale fórmula para que engorde un poco” y así, muchas más…). Si sabemos que la leche materna es el principal alimento hasta el año, probablemente, tendremos seguridad y confianza y en consecuencia podremos respetar y ver que aprender a comer es como aprender a caminar. Sabremos que nuestra leche seguramente contiene más nutrimentos que un pedazo de plátano o zanahoria; que el aprendizaje es paulatino y que nuestro bebé, así como supo cómo, cuánto y cuándo tomar el pecho, sabrá cómo, cuánto y cuándo comer otros alimentos.

Despacio, en pausa, podemos jugar con cucharas y vasos, ofreciendo opciones, suaves, blandas, de colores, texturas, formas y sabores creativos, siempre, observando. Vamos a ver que nuestro bebé va a imitarnos, va a querer comer con cuchara, va a golpear la mesa, va a cantar o gritar, y de pronto, tomará el pedazo de plátano que dejamos cerca. Lo aplastará, lo mallugará, quizás tire un pedazo al suelo (y nuestra mascota se lo comerá!)… Y de repente, sin mirar tanto, pero estado atentos, nuestro bebé los tomará con gran curiosidad y lo meterá a su boca. ¡Qué maravilla! Sin presiones, con respeto y confiando en su gran capacidad, veremos que ha logrado un gran paso porque tomó su propia decisión.

Claro que a veces elegimos otro camino, jugamos al avioncito, cantamos, distraemos señalamos el cielo y ahí, metemos de un golpe, un poco de plátano que raspamos con una cuchara. Miramos, observamos y constatamos que nuestro bebé tiene cara de sorpresa. Pero una sorpresa no tan linda, a veces llora, a veces expulsa, a veces acepta y nosotros removemos lo que salió de la boca con la cuchara e intentamos meter de nuevo lo que nuestro bebé no quería. Aquí, empieza la batalla. No contra el bebé, sino contra esas enormes voces que nos invaden: “¿Por qué sí toma leche materna y no quiere comer comida?; “¿Cociné feo?”; “¿Qué voy a hacer si no come? ¿Se desnutrirá?”; “Mejor no lo amamanto para que tenga más hambre y coma sólidos”. Y así, al infinito y más allá…

¿Qué tal que mejor nos regresamos? Ponemos alimentos a su alcance, volvemos a practicar, RESPETAMOS la naturaleza, confiando en que nuestro bebé es el que se conoce mejor a sí mismo y que sabe lo que necesita. Amamantar antes de comer sólidos es muy útil porque nuestro bebé se sabe contenido y está de buen humor para experimentar. Jugando es más fácil, poniéndolo en su sillita, poniéndolo en nuestras piernas, contándole lo que es este nuevo alimento, narrando historias y explicando cómo salió la zanahoria, jugando a los conejos, riendo juntos y tal vez comiendo lo mismo que nuestro bebé para que observe e imite. Aprender a ver desde su mirada puede ayudarnos a hacerlo fácil y alegremente.

Habrá bebés que no tienen ningún problema y desde el día 1 de los 6 meses estarán preparados. Sin embargo, la variedad de experiencias nos mostrarán que cada bebé es distinto y que respetando esta premisa, podremos experimentar la maravilla que es este nuevo aprendizaje y dejarlos que ellos marquen la pauta.

Te puedes hacer estas preguntas: ¿A mí como adulto, me gusta todos los alimentos?; ¿Cuándo conozco un nuevo alimento, cuáles son mis reacciones?; ¿Me gusta que me digan qué comer o no?; ¿Cómo decido que elijo?; ¿Es la comida un momento de gozo para mí?; ¿Cómo quiero que sea para mi bebé?

De nuevo, descubrirás que tu bebé es tu maestro, como en muchos otros temas. Con todo esto, ¿crees que puedes hacer de este camino, una experiencia placentera? Creo que sí.

Para mayor información y acompañamiento, puedes:

*Acudir a un grupo de apoyo de lactancia en la Liga de La Leche (www.laligadelaleche.org.mx)

*Leer “El arte femenino de amamantar” editado por la Liga de La Leche:
https://www.gandhi.com.mx/el-arte-femenino-de-amamantar-1288b3

*Leer “Mi niño no me come” de Carlos González:
https://www.gandhi.com.mx/mi-ni-o-no-me-come-59331a

Clara Zapata

Soy Clara, etnóloga chilena-mexicana. Tengo dos hermosas hijas, Rebeca y María José, con Joel, mi regiomontano amado. La libertad y la justicia son mi motor. Creo plenamente en que la maternidad a través de la lactancia puede crear un mundo más pacífico y equitativo y por eso acompaño a familias que han decidido amamantar. Amo la escritura, la cultura y la educación.

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