Sororidad y empatía para llevar, por favor.

Por Mayte Cepeda

Para escribir sobre un tema debes conocerlo y si no es así, debes informarte, leer, investigar, analizar y luego, escribir con toda la humildad del mundo y profundo agradecimiento por quienes te orientaron en el camino.

Para hablar de sororidad y empatía es necesario que tengamos bien claro su significado, así como las similitudes y diferencias entre ambos conceptos.

Sororidad es una especie de “solidaridad” entre mujeres, que se encuentran frente a situaciones de desigualdad, discriminación y/o violencia. Se ha empleado este concepto en el último par de décadas con mayor empuje que antes. Esto, a raíz de los distintos movimientos que se han impulsado en la agenda de género, desde la búsqueda de equidad y la lucha por la igualdad.

Mientras que la empatía es un concepto más amplio, ya que no sólo involucra esa “hermandad femenina” ya que es tener la capacidad de ponerse en la realidad de otra persona para comprender y entender sus sentimientos.

¿CUÁNDO APLICAR LA SORORIDAD Y LA EMPATÍA?

La sororidad y la empatía son ingredientes esenciales en la vida de toda mujer. Todas tenemos y experimentamos distintas realidades. A unas nos toca vivir vidas fenomenales, fáciles y felices; a otras nos tocan vidas con experiencias complejas que nos cuestan digerir y van formando nuestra esencia. Unas la tenemos fácil y otras difícil.

¿Qué pasa cuando te toca vivir alguna experiencia triste, dura y dolorosa? ¿Qué pasa cuando se supone que debieras recibir sororidad y empatía de tu entorno ante una experiencia difícil y lejos de ello, recibes críticas y juicios por haber vivido esa experiencia?

Hablar del divorcio, que implica un proceso de separación y una experiencia difícil para quien lo vive, especialmente si hay hijos de por medio para sacar adelante, es donde mayor atención debiéramos poner como mujeres y detectar si a nuestro alrededor alguna mujer, amiga, conocida del trabajo, familiar o lo que sea, que atraviesa por una situación similar y analizar cómo hemos pensado o qué hemos hecho como mujeres respecto a esa situación.

¿JUZGAR SIN DERECHO?

Desafortunadamente cuando una mujer se divorcia, automáticamente surgen los juicios y críticas de otras personas (la mayoría mujeres) sobre la “nueva situación de esa mujer” y piensan que ahora la libertad reina en su vida, situación completamente errónea en palabras de alguien que lo ha vivido y ahora su libertad se ha visto impactada en muchos aspectos: menos tiempo libre, más tiempo invertido en actividades laborales que le generen un ingreso para mantener a su familia, ser chofer de tiempo completo de los hijos, atender todas sus necesidades educativas, alimentarias, de salud, recreativas y demás. Esto además de la carga mental-emocional que representa el fungir como una sola figura parental para los hijos.

Evidentemente hay excepciones. Existen casos de sanas separaciones en los que ambos –papá y mamá– asumen sus roles y responsabilidades respecto a los hijos, atendiendo de manera igualitaria sus necesidades afectivas, materiales, sociales y personales.

Para alguien que ha atravesado por un divorcio, resulta necesario recibir empatía, apoyo, consejo, compañía o aunque sean “oídos para oír sin hablar ni juzgar”, y dejar de sentir que se le revictimice con comentarios tipo “para qué se divorciaba”, “ahora trabaja el doble, se hubiera aguantado con el marido”, “la trataba como reina…” etcétera, porque todas esas frases no son más que juicios basados en lo que piensas y no en lo que realmente es.

Otro aspecto que lo he visto y escuchado es cuando una mujer tiene temor de una mujer divorciada. En pleno siglo XXI sucede que algunas mujeres prefieren lejos a una mujer divorciada por miedo a que le bajen al marido o la pareja. Una de tantas anécdotas y experiencias que vive alguien que atravesó por un divorcio se resume en “de las cosas que más me dan risa son las reuniones de parejas, no nos invitan porque no tenemos pareja y el 90 % de las veces termina la reunión y los vatos platicaron entre ellos y las morras entre ellas. Es como si existiera este miedo tácito de no soy suficiente y una mujer independiente me puede bajar el marido. Todo está centrado en las inseguridades propias.”

Una mujer divorciada desafortunadamente tiene que cuidarse de con quién platica, qué impacto causará la ropa que quiere usar, debe ser cautelosa de manifestar una muestra de cariño como un simple abrazo a una persona del otro sexo, para evitar qué piensen que se ya trae algo entre manos, etcétera. Y todo esto que una divorciada ve y las solteras o casadas no vemos, es porque no estamos en su realidad, viviendo su día a día.

Y, ¿SI NOS PONEMOS SOLIDARIAS Y EMPÁTICAS DESDE YA?

Pero eso no significa que no podamos ser empáticas y solidarias; dejar de juzgar y al contrario, apoyar e impulsar. Si te caíste te ayudo a levantarte y en el camino a que recuperes tu fuerza y esencia, que sepas tú mujer que yo, otra mujer como tú estoy contigo y te apoyo. Te veo y no te juzgo. Te ayudo si acaso puedo y si no puedo, por lo menos no te perjudico ni te estorbo. Me solidarizo contigo y soy empática con tu realidad, cualquiera que ésta sea. Gracias Toty!

Mayte Cepeda

Yogini ~ abogada ambientalista ~ mamá ~ esposa ~ hija ~ hermana ~ enamorada de la naturaleza, la vida, la familia, los libros y la música ?

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