EN UN DÍA DE OCTUBRE

Por Clara Zapata / La Liga de La Leche A. C.

Octubre es mi mes favorito. Pasa el cálido verano, llega la hermosa y femenina luna a atravesar nuestra alcoba y los cielos se abren al infinito con colores nuevos.

Un 17 de octubre, las mujeres pueden votar en México. Es el año de 1953. Quién iba a decir que seríamos equivalentes, iguales… Más bien ¿quién iba a decir que no eramos consideradas como ciudadanas capaces de elegir a nuestros gobernantes? Siempre inferiores, no tomadas en cuenta, subordinadas. Hoy, en octubre, suena imposible. Desgraciadamente todos los días necesitamos estar demostrando lo contrario, en cada paso, en cada calle, en cada empleo, en cada espacio. Hoy es increíble que podamos ser directoras, obreras, empleadas, madres.

Un 17 de octubre nace hace 10 años mi primera hija, Rebeca. Un viernes, de luna llena, de OCTUBRE con mayúsculas, dónde Venus de viernes, sale a brillar, donde mis sueños se convierten en la melancolía que transforma mi corazón solitario en un espíritu completo que es capaz de todo para conseguir la libertad. Después de una herida íntima y profunda que me hizo la cesárea, recobro el sentido de la vida, con ella en mi pecho, en cada abrazo, en cada latido, en cada vez que la amamanto, en una luna femenina, gigantesca. Me recupero poco a poco y las cicatrices se difuminan. Es la traducción de un amor prohibido de verano que volcó cualquier expectativa y me demostró lo que siempre desee: que mi vida fuera una aventura. De la mano norteña, supe que la vida puede ser una broma, fácil y amorosa, que podemos jugar sin tomar los pasos tan en serio y que la espontaneidad puede demostrarnos que todo, o casi todo lo que hacemos con alegría, es lo que está fuera de nuestros planes… En ese octubre descubrí mi vocación, dejando que las huellas rasgaran mi pasado alborotado y melancólico.

Un 17 de octubre, nace La Liga de La Leche, en un parque. Siete mujeres deciden luchar por la lactancia, hacer una revolución pacífica a través de una maternidad consciente, compleja y plena de preguntas. Después de compartir muchos momentos de la mano, acompañadas y poniendo atención a cada uno de sus retos, deciden abrir las puertas de sus casas para invitar a otras madres. Eran 5 embarazadas mirando tomar pecho a unos niños grandes y a otros recién nacidos: “aprendiendo cultura”. En las escaleras de la casa, constataron que abrir el corazón, tratar de ser transparentes e intentar ponerse en los zapatos de esas mujeres, valía la pena. Se arriesgaron, respondieron durante varios meses cartas (sí, cartas del correo, de las que van despacito…) y contestaron llamadas. Emprendieron el proyecto de hacer grupos de apoyo a través de reuniones mensuales hasta que hoy, su herencia, está en 85 países. La Liga de La Leche es una organización compuesta de personas con diversos perfiles, con experiencias y bagaje multiculturales, con creencias muy distintas pero todas, con la experiencia de haber amamantado. No es casualidad su grandeza. No es casualidad su permanencia. Nos obliga, a las que deseamos amamantar, a hacernos preguntas y reflexionar sobre nuestra esencia, nuestras costumbres, nuestras relaciones familiares para vivir y experimentar la lactancia con todas sus variantes, sus altibajos, sus definiciones.

Y es que como dicen, la cultura se mama. Se aprende mirando a nuestros pares, a nuestras familias, a la comunidad de dónde venimos, en la casa, el parque, en las fiestas y en la vida cotidiana. Se aprende de manera empírica. Si en la generación anterior a la nuestra, miramos muchos biberones, aprendimos bastante más de ellos que de lactancia. Es hora de juntarnos en un parque, a enseñar a otras personas a que desaprendan. Es el momento que nos dará la libertad de decidir con información y de arriesgarnos a crear seres humanos sanos, sí,  pero más pacíficos y sabios de los procesos de la naturaleza. Con ello, también nos haremos más preguntas que seguramente desembocarán en sanar los cuerpos cicatrizados y los corazones inquietos.

octubre 22, 2018
octubre 22, 2018

Clara Zapata

Soy Clara, etnóloga chilena-mexicana. Tengo dos hermosas hijas, Rebeca y María José, con Joel, mi regiomontano amado. La libertad y la justicia son mi motor. Creo plenamente en que la maternidad a través de la lactancia puede crear un mundo más pacífico y equitativo y por eso acompaño a familias que han decidido amamantar. Amo la escritura, la cultura y la educación.

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