PRIMERA MIRADA

Por Cristina Daza Bucholz

Vas a conocer el amor de tu vida, el que te va a acompañar por siempre.  Cuando lo mires vas a ver, será amor a primera vista. Estas son sólo algunas de las frases que me decían cuando estaba embarazada y yo estaba segura de que así sería; que esa primera mirada sería una mirada de amor… pero la vida te sorprende de formas inesperadas y muchas veces no deseadas. No la tuvimos, luego de un nacimiento traumático a él se lo estaban llevando mientras yo pedía que me lo enseñaran y allí, a metros de mí lo levantaron para que lo viera en la distancia.

Pasaron aproximadamente 10 horas hasta que nos reencontramos. Yo había caído dormida luego de dos días de pesadilla y la poca oxitocina que podía tener no la compartimos en su llegada. ¿Hora sagrada? Inexistente. Para cuando me lo dieron, yo lo vi y él me vio. No puedo decir qué sintió él, pero yo… no sentí amor. Al menos no ese que me cuentan muchas mamás que dicen que al posar sus ojos sobre sus bebés se les enciende el alma.

A mí, a mí se me encendió el raciocinio. Hay que cuidar al bebé. ¿Tengo que cuidar a mi bebé? Si, es mío. Cuidarlo y atenderlo es amor. Ok, cuidémoslo entonces. Pañales revisados y cambiados. Horarios cumplidos, para que crezca y sea un niño ordenado e independiente. Teta, cada 3 horas. Cumplir con lo establecido, no salirme de la rutina; y con ese control que tuve en mi postparto tapaba mi descontrol interno que lloraba a gritos por sentir que no era buena madre.

Porque esa falta de sentir el amor a primera vista me mataba ¿a quién le podía decir? Porque todas lo han sentido, menos yo, y si no lo siento es porque soy mala madre. Y soy mala madre porque no para de llorar, porque no puede dormir más de 2 horas, porque no lo puedo amamantar, ¿cómo no voy a poder? Todas lo hacen, es natural. Soy yo la que no puede. ¿Cuándo sentiré ese amor? ¿Algún día sentiré ese amor?

Fueron días, semanas, meses negros.  Mi mente nunca se callaba y yo mantenía mis sentimientos ocultos; aun sabiendo de primera mano sobre la depresión me costó mucho buscar ayuda.  Tenía miedo de aceptarla porque sentía que al hacerlo me entregaba a mi papel de “mala madre”. Porque ¿quién no puede ver a su hijo sano, vivo y no estar feliz?

Esa frase la escuché y la sigo escuchando cada vez que una puérpera manifiesta no estar a gusto por algo: Pero el bebé está bien. Invalidando tus sentimientos y entonces tienes que tragarte todo porque decir algo es “quejarse”, porque decir algo es ser una persona “insatisfecha”, porque decir algo es no importarte que a pesar de todo tu bebé está bien y tú, tu deberías estar agradecida y callada. Ésta expectativa de que la madre esté “bien” porque su bebé está bien no se debería imponer.

Primero, porque no somos extensiones de nuestros hijos así que la felicidad no llega a través de ellos, que a su vez son sus propios individuos. Imagínense la carga sobre nuestros hijos si la felicidad de sus padres dependiera de ellos.  Segundo, no podemos apropiarnos de sentimientos solamente porque la sociedad lo indica – aunque muchas veces lo aparentemos, y el costo de hacerlo sea alto.

Es importante poder hablar de nuestra tristeza, de nuestro dolor y poder saber a tiempo si es algo pasajero o si es algo que debe tratarse con ayuda profesional. El postparto en sí ya es un momento de emociones que suben y bajan.  Nosotras necesitamos sentirnos acompañadas no juzgadas. En sí cada quien tiene su camino y aunque podamos vernos reflejadas en historias de otras mujeres, de otras madres nuestras vivencias, con sus duelos, son únicas y los familiares y amigas están para amarnos, pero durante la depresión postparto es mejor contar con personas que estén preparadas profesionalmente para guiarte.

Esa primera mirada, no volverá, no.  Esto no quiere decir que siempre será así.  Llegará el día que tu cuerpo se llene de oxitocina viendo a tu hijo y cuando lo estrujes contra tu pecho y le huelas el cabello sentirás ese amor infinito e indescriptible que te contaron una vez.  Será la primera de miles, esos momentos de cruces de miradas, esa vez que camines y meta su mano dentro de la tuya y se te aguan los ojos mientras se comprime tu corazón de amor. Todos esos momentos lo grabarás en tu memoria para recordarlos siempre.  Quizás no tuviste el primero, pero nadie te podrá quitar los siguientes.

Cristina Daza Buchholz

Venezolana y mamá de Max, quien con su llegada me transformó. México vio mi renacer y ahora mi profesión es acompañando mujeres y sus familias desde el embarazo. Creo fervientemente que el conocimiento es poder.

DEJA UN COMENTARIO

LECTURAS RELACIONADAS