Por Anagabriela De La Garza Moeller
Ahorita son las 12:12 am estoy acostada en la cama de mi hijo de 5 años, por primera vez no puede dormir.
Hoy fue un buen día, nos despertamos temprano, desyunamos, nos conectamos a las clases en línea, jugamos, cocinamos, hicimos playdoh casera, volvimos a jugar, los bañé, les dí de cenar, les conté un cuento y a las 8pm se durmieron.
Me acosté en mi cuarto y a la media hora escucho esos pasitos y una voz que dice ¿mami qué haces? Nada mi amor ya me voy a dormir, te acompaño para que te vuelvas a dormir, me acuesto en su cama lo abrazo, me dice ¿mami me cantas? Le canté la misma canción que mi mamá me cantaba para arrullarme en las noches y en la obscuridad y en el silencio, siento en el esa incomodidad de cuando te da “insomnio” y no puedes dormir, dos mil vueltas, rodillazos, mami quiero agua, mami quiero hacer pipí, se acuesta y me dice mami abrázame fuerte y le digo: ¿En qué piensas amor? Con una voz rotita y bajita me dice: “En que si cuando se acabe el coronavirus yo todavía voy a saber jugar fútbol y estoy pensando en cómo le voy a hacer para poder volver a meter goles y ganar”. Lo abracé más fuerte y le dije que todo iba a estar bien y pronto podría volver a jugar con sus amigos en su equipo que tanto ama. La verdad no se qué tan pronto sea, me da impotencia no poderle cumplir algo tan simple como jugar fútbol, me pesa que se le vaya el sueño a un niñito de 5 años pensando en cuándo va a poder volver a jugar un partido de fut, agradezco que lo tengo y que me busca pero desde las 8:30 hasta las 12:12 no dejo de pensar en cuántos niños se van a dormir sin que les pregunten ¿qué piensas? o ¿qué te pasa? Pero en fin mañana será otro día y me toca convertirme en futbolista.
