Tú, ¿Cargas a tu bebé?

Por Clara F. Zapata Tarrés

La primera semana de octubre es la Semana Internacional de Crianza en Brazos. En la lactancia, criar en brazos supone muchas ventajas y de algunos años (ya bastantes) resulta una opción realmente cómoda y sobre todo amorosa de criar.

Justamente, hace unos días comencé a leer otro libro más de uno de los pediatras más actualizados y que están dispuestos a hablar de las bondades pero también de los retos en lactancia y la crianza. Quizás ya has oído de él, quizás no. Se llama Carlos González, es de Barcelona y se le conoce por su humor ácido pero más porque cada frase que dice tiene una dosis de sabiduría que generalmente nos da una enorme confianza en los esfuerzos que hacemos por criar a nuestros bebés, hijas e hijos. Este libro que comencé se llama “Creciendo juntos: de la infancia a la adolescencia, con cariño y respeto” (Ed. Planeta, 2017). No es un libro nuevo, su primera edición es de 2013, pero no deja de ser relevante, cada palabra, frase, párrafo y reflexión.

Existen muchísimos mitos acerca de la lactancia y uno de los más recurrentes es, sin duda, “No cargues a tu bebé porque se va a embracilar”. ¿Lo habías escuchado o incluso experimentado? Seguro que sí.

Bueno, pues en este libro se comienza con una gran reflexión con apuntes sobre los significados e interpretaciones científicas y no tanto sobre la palabra apego. Definitivamente, lo que más me llamó la atención y que ya había yo cuestionado en diversas ocasiones en el pasado, es que no por cargar o amamantar, se da un paso automático hacia un apego seguro. Existen sociedades que son conocidas por cargar permanentemente a sus bebés, como una tradición, por costumbre, por comodidad, por amor; pero esto no significa automáticamente que nuestro bebé siente que sus necesidades son cubiertas.  Repito, no es automático. La seguridad, la confianza, de un bebé, no depende del tiempo que lo cargues o amamantes. Más bien depende de cómo se lleva a cabo esa interacción tan físicamente cercana, de cómo respondemos a sus necesidades. Si cargo, aprieto, estoy de mal humor, me quejo, regaño, ridiculizo, rechazo o más aún, ignoro, el apego cambia su perspectiva y por más que me esfuerce, no servirá de nada.

Existen otras sociedades en las que cargar es “mal visto” y en donde se reproduce a diestra y siniestra la convicción de que les hace mal, de que serán dependientes, de que nunca alcanzarán la autonomía y de qué más vale acostumbrarlos desde su primer día de nacidos para que “no sufran” en el futuro. La carga cultural se vuelve otra piedra más, en nuestra mochila de las culpas. Si deseas cargar a tu bebé o amamantarlo a libre demanda (el tiempo que sea, a la hora que sea) es necesario, en este contexto, reprimirse, aguantarse y casi siempre llevar contigo un sufrimiento innecesario.

Vivimos en esta disyuntiva constante. Ahora, si lo hemos decidido, si respetamos esa necesidad, si lo hacemos de manera reflexiva y estamos dispuestas, ¿Qué encontraremos?

Probablemente será muy cómodo porque por ejemplo, amamantar se volverá fácil y nos percataremos que nuestro bebé se encontrará en un ambiente en donde sus necesidades de alimentación serán cubiertas: podrá succionar a libre demanda, escuchar el latido de nuestro corazón y oír nuestra voz para que la transición a este mundo sea suave y amorosa; en la posición fetal en la que se encuentra abrazado encontrará seguridad, calor; estando panza con panza podrá recibir un masaje que ayudará a aliviar algún malestar, cólico o dolor; al olernos podrá experimentar confianza, tranquilidad y paz. Cuando no puedes estar con tu bebé, será maravilloso para él, que otras personas también estén disponibles y dispuestas: seguirá sintiendo esa proximidad y contacto y definitivamente será un aliado para que pueda esperar a que llegues después de una jornada de trabajo o de estudio. Y qué decir sobre la estimulación y el desarrollo que pueden lograr al ser cargados: mirar de cerca la cara de quien lo esté cargando, escuchando palabras, mirando colores, oyendo cuentos y canciones, conociendo el mundo a través del amor… Imagina esto y después imagina a un bebé en una cuna cuadrada, mirando el techo o un móvil con música repetitiva, si bien le va. ¿Qué pensarías al ponerte en su lugar?

Y si ampliamos el horizonte, podremos también constatar que cargar a nuestro bebé también nos servirá un montón. Podremos aprender a detectar las señales que nos da nuestro bebé para responder de manera oportuna sin tener que llegar a preguntas existenciales o a la desesperación de realmente no saber qué hacer. También podremos hacer más cosas (¡Incluso ir al baño! ¡Jaja!), tendremos las manos libres para pasear, hacer algo de ejercicio, ir a caminar, estar y amar a nuestros otros hijos si es que los hay, pasar las hojas de cuentos y libros, hacer alguna comida sencilla y al mismo tiempo, responder a esas necesidades antes mencionadas. En el caso de tener gemelos, también será muy útil y haremos ejercicio sin querer… Viajar en transporte público será también mucho más cómodo…

Carga a tu bebé si lo deseas y sientes que lo necesitas. Conoces las maravillas que se pueden lograr cargando a un bebé. Pero hazlo siempre con consciencia, con la sabiduría de tu maternidad, con la reflexión de que, a veces, no resulta automático o tan natural como pareciera. Puedes tener a tu bebé en brazos y aún así rechazarlo o ignorarlo. Ojalá que esto no suceda. Puede que decidas no cargarlo o que no puedas por diversas circunstancias, pero que tu bebé sepa que estarás ahí, que encontrará en tí una persona amorosa que será incondicional es esencial. Que nunca sea por obligación o por moda. Lo más probable es que sí podrás experimentar una manera distinta de mirar y vivir el mundo. Una experiencia mucho más relajada y suave.

Si eres madre primeriza (o no tanto) puedes leer las maravillosas letras de Carlos González en los siguientes libros (parece anuncio, pero de verdad ¡valen la pena!):

  1. Un regalo para toda la vida
  2. Bésame muncho
  3. Mi niño no me come

*”Las opiniones expresadas en este texto son solo mías y no necesariamente reflejan las opiniones de la Liga de La Leche”.

Clara Zapata

Soy Clara, etnóloga chilena-mexicana. Tengo dos hermosas hijas, Rebeca y María José, con Joel, mi regiomontano amado. La libertad y la justicia son mi motor. Creo plenamente en que la maternidad a través de la lactancia puede crear un mundo más pacífico y equitativo y por eso acompaño a familias que han decidido amamantar. Amo la escritura, la cultura y la educación.

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