LA HISTORIA DE UNA NIÑA FELIZ

Por Dennis Charles

 

Había una vez una niña que era muy feliz, vivía en una pequeña pero hermosa casa con sus papás y su hermana menor. Ella era muy feliz, tenía todo lo que una niña de su edad necesita tener: amor, comprensión, empatía y sobre todo respeto. Sus padres siempre buscaban la manera de alentarla a alcanzar sus metas; procuraban no alabarla, sino empoderarla para que ella sola construyera su camino. Como toda niña sana de su edad, constantemente se equivocaba, pero sus padres utilizaban sus errores como una oportunidad para que ella pudiera aprender más, por esta razón, evitaban a toda costa humillarla y hacerla sentir mal por sus fracasos. Sus padres no eran perfectos, como cualquier persona normal, también llegaban a equivocarse y cuando lo hacían, pedían disculpas; así que la niña feliz aprendió a perdonar y pedir perdón.

La niña feliz no siempre era feliz; de vez en cuando sentía enojo ante las situaciones que la rodeaban; sin embargo, sus padres le enseñaron formas más positivas de reaccionar ante sus enojos; dándole tiempo para que se calmara y ayudándola a buscar la mejor solución ante dichas situaciones. Sus padres entendían que lo mejor era “no rescatarla” sino ayudarla a realizar un plan en donde pudiera encontrar alternativas positivas.

Esta niña feliz respetaba las emociones de los demás, simplemente porque ella se sentía respetada por sus padres. Sus padres entendían que el modelamiento era la mejor manera en que ella pudiera aprender habilidades para la vida; así que procuraban darle muchas oportunidades para que ella pudiera desarrollar respeto, empatía, responsabilidad, paciencia y colaboración.  Sus padres no la castigaban, no le regañaban, no le deban sermones ni la premiaban o chantajeaban; sus padres la abrazaban en medio de un berrinche, la ayudaban a tranquilizarse y constantemente le decían lo mucho que la amaban; establecían límites congruentes y acuerdos respetuosos con ella; pedían su opinión y le daban opciones limitadas para que aprendiera a tomar decisiones; la involucraban y la hacían sentir importante;  le enseñaron que si la decisión que tomó fue la equivocada, simplemente podía aprender de ella y empezar de nuevo. Sus padres utilizaban con ella frases como “me imagino que eso te puso triste pero confío en que podrás encontrar la mejor solución”, “tus calificaciones reflejan tu esfuerzo”, “¿qué crees que pudo causar esto; cómo lo podríamos solucionar?”; así que la niña se empoderó y tuvo la firme creencia y convicción de que para su familia, ella era una niña que importaba y que podía contribuir y ser útil de muchas maneras.

Así que la niña creció feliz, no porque sus padres le dieran todo lo que ella quería, sino porque ellos pudieron encontrar y entender lo que ella necesitaba y proveérselo. Esta niña feliz, se convirtió en una mujer adulta que se llevó de sus padres el mas grande regalo: la enseñanza de habilidades para la vida, y así, fue intensamente feliz.

El fin.

Dennis Charles

Mamá de dos niñas, psicóloga con Maestría en Aprendizaje y cognición y especializada en neuropsicología infantil, certificada en Discipline Positive Parent Educator y en Encouragment Consult.

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